Me lo iba tejiendo, como un ataúd todo a medida. Me quedaba tranquilo a medias. En teoría era una especie de traje lo que me estaba fabricando, y claro tomadas ya las medidas se escapaba de mi mente lo que deseaba hacer. A mi la idea del féretro nadie me la quitaba. Estaba terminando por oír voces que me aconsejaban. Y no lo veía feo, el caso era ese, que me aconsejaban mal o peor según el día y su propio estado mental, que quizá fuese el mio. Había momentos en que me apetecía ponerle cara a esa vocecilla errónea, totalmente equivocada, y como no, patearla hasta la saciedad.

Mi sombra se evaporaba con el calor, le salia humo del sol y me guiñaba un ojo en la oscuridad. Echaba de menos un camino a seguir, algo que perseguir y en ese momento me di cuenta que era totalmente libre. Una sensación de vértigo, antigua y a la que sucumbía. Tampoco me extraño que me temblaran los pies, a mi , y a toda la gente que me rodeaba. Algunos se agarraban a cualquier buhardilla, o responsabilidad trivial que todavía les hacia esclavos cuando la libertad nos hizo volar desde arriba.

Me solté de pies y manos. Veo rondando una nueva súplica en mi cabeza al intentar sujetarla. El calor vacío que no sabe bien donde quedarse. Miro sentado como se mueven tus manos, que necesitan agarrarse. Te observo de nuevo, te lo dije, me lo recuerdas. Quédate tranquila, ahora vuelves a ser tu, como siempre, única y la que sabe que un día me enseño a ser yo. Torcidos por debajo de una mesa. Un fallo no medido, que no entra dentro de la cuenta. Granulado en el cerebro, que se niega a dejar pensar con tranquilidad. La facilidad en un termino que apenas se conoce.

Mis fallos no se reducen a pocos. Puedo cambiar las puertas pero no los sitios a los que dan. Ver lo que sigue a los sitios a los que apenas pisaste, y ahora se niegan a que vuelvas a ellos. A pesar que sean escombros y llamas. Se vuelven transparente las ideas y los finales llegan antes de tiempo, quedan lazos sueltos. Te contaba que lo que no querías escuchar y los lugares sitiados no eran más peligrosos que las ideas y por los que se encontraban así, por ello los visitaba, no renegaba de aquellos momentos.

Se nos quedan pequeñas las antiguas heridas lamidas por lenguas secas. Vigiladas desde fuera. Sin averiguar siquiera lo que pretendían los guardianes que dispararon, seguramente confundidos. El día menos pensado. Cuando estábamos fuera, cuando los que miraban atentos estaban distraídos. Sentados lamiéndose las costras que se hicieron heridas, con el sueño confundido. Cafeterías donde se planificaron atracos, asesinatos a reyes y revueltas contra dictadores árabes. Sentados en la misma mesa en la que se despidieron Romeo y Julieta. en la que se comieron a besos Calixto y Melibea. Nada queda de lo que se llevan.

Los bolsillos llenos de historias que te contaría, hasta que oteo, que no son menos las que ocurren a un centímetro de mi cara. Se me escapa lo que querías decirme, así que no contesto, y pones ese gesto extraño. Solo soy capaz de levantar las cejas como si algo me importara mientras me encojo de hombros. Me vuelves a mirar y escribes en una servilleta » Por que no me besas cuando te digo te quiero, y no te enteras de nada», y eres quien se acerca a mis labios. Y todo esto que sucede entre medias queda en nada. No volver a construir ataúdes, estar pendiente de tu presencia.