Se pronuncia la acidez en mi estomago, y me quedo mirando mi imagen reflejada en las pantallas apagadas. Como si fuese un mimo encerrado en ellas. Apenas puedo oír lo que pienso. Sus voces atronadoras las que toman el control por mi. Hasta los huesos. Cambio los días por olores rancios, que son los que me indican cuando hacer los movimientos y las diferentes comidas. . Las estaciones no se diferencian unas de otras. Tan solo existe un calor sofocante, que me ahoga. Y un frío que no me deja respirar sin que se me congelen los pulmones, y no da más de si. Puede ser que uno sea la mañana y otro la noche.
Encerrado en mi, los soy incapaz de diferenciar. Espero algo, sin ser capaz de racionalizar muy bien el que. Pelos por encima de la comida. Que soy incapaz de apartar. Una suciedad implícita en todo lo que me rodea, que me come los pies. Algún día tendré que decidirme a limpiar. Me rodeo de lo mejor hasta que lo corrompo. Y algo que no acierto a adivinar me esta partiendo las alas. Me deja del lado de la putrefacción. Me aprieta la cabeza hasta el fondo.
Discos que no volveré a escuchar de sonido base. Se que no es la hora de mi muerte, pero si tal vez la de desperdiciar los minutos más importantes de mi vida. Lisiado emocionalmente. Vuelvo y doy vueltas como una noria. En un caballito roto. La figura más fea. La belleza es subjetiva, la seguridad no. Sillas vacías. Gente que no se presenta para ver el espectáculo. Aun así la función continua. Clava sobre mi puñales, y rompe sobre mi cabeza una díadema de cristal. Sangrar no es mi fuerte. Pero hoy lo hago en torrente, me dejo caer como un manantial. Me desangró para disfrute de las personas que jamas vendrán a ver este divertimento.
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