LLevo minutos pensando, en el tiempo en el que creía que encontraría cosas nuevas y viejas de las que aprender. Siempre hay un maestro nuevo, frases antiguas que nos dejan mantenernos parados, ni siquiera ese día en que pretendemos quedarnos tirado en el sofá. Casi por decreto ley. Permanezco pendiente de lo que no se debe, o lo que nos llama la atención aunque degrade, a pesar de que es lo sublime de lo imperfecto, y nadie pretenda ganarse a costa de ello unas alas totalmente blancas. Los fallos formaban parte de nuestro juego, y por supuesto de todo aquello que nos rodeaba.
De vez en cuando incluso el sabor que se nos venía a la boca era diferente, como si lo hubiésemos dejado atrás y alguien creyera que era mejor que todo lo que teníamos. Simplemente más austero pero sin lugar a dudas más nuestro, sin lugar a dudas, era totalmente de nuestra propiedad, y para ser sinceros de nuestra incumbencia. Todo absolutamente todo, desde los papeles firmados al último botón descosidos que habíamos tenido que recoger por décima vez. Totalmente nuestros. Reglas simples que nos rezaban en cualquier sitio que estuviésemos. Lugares complejos de cuatro paredes.
Fisonomías rocambolescas en cuanto pronuncíabamos nuestro deseo de seguir dando la tabarra, y nuestra ilusión de no tomarnos muy en serio a cualquiera que cuestionara la libertad del otro. Datos vacuos, para unas finalidades que llevarían a molestar a quien fuera. Danzas y preguntas por debajo del agua, con movimientos lentos, que tienen tan claro lo que quieren que se aparta el agua. Siento la velocidad en tu pensamiento dormido. En una sola tarde busque tu parte del trato, y me quede vencido. Somnoliento entre las ramas, después de entregarme entero. Contra nadie, sin hallar nada.
Desenterrando una caja en la que se encontraban tus secretos y sueños. Sujeto contra nada, que seguramente se expanda como el universo. Esperando a que vuelvas a por ella. Voy adelatándote a cada paso en esta carrera, sin que entiendas que pretendía darte el brazo. Me quedo mustio y me dicen que parezco un apéndice de ti. Tan solo una muñeca que adopta las formas mentales de su juguete o alma perdida. Los mismos gustos o hábitos. Desperezándose del mismo modo por la mañana y copiando sus formas, hasta que al fina, es una copia exacta e irreal. Una mezcla posiblemente repudiada en algún párrafo de la Biblia.
Sin que nadie tuviese que mentir, excusas nunca escasas para vilipendiarnos. A pesar que rechazarnos, fue la verdadera razón de lo que sentía, o por lo que no le agradaramos de antemano. Hay voces que se clavan en uno mismo, no hace falta que sean en los oídos, y no paran de hacernos agujeros en la mente hasta acertamos en lo que quieran decirnos de verdad, Que campo quieren mover en la tierra, para llevarse las malas hierbas y plantar algo que germinara según el momento en el que nos encontremos. Aunque a decir verdad nunca paremos a hacer caso a nada.
Veo en los cuartos carente de luz y noto que el frío me arrastra dentro de historias parecidas, nunca iguales, y los finales parecen antagónicos. Detrás de una puerta, encuentro mutilaciones que no responden a nada. Avisos a corto plazo que solo sirven para nada. Imágenes que deberían recordar a algo que sucedió. Y tras las paredes seguir pensando. Vivos en extraños subtitulos, que viven en ti y que quedan a modo de eco. Hacen que la gente hulla. Haga lo que haga se que estas fuera Cualquiera no podía ser tu, pero en cada palabra te encuentro, en todos los tejados.
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