Puertas abiertas

Tan triste como llevar razón. Y no verlo. Pensando en otra cosa a cada instante, y en el momento justo cambiar de parecer. Empezar antes de tiempo. Con los recuerdos entre las manos, y las buenas intenciones en el paladar. Todo se cumple dos veces. Cuando menos lo esperamos y cuando nos viene mal. Luchando a contra pie con el tiempo. Radiadores a gas que funcionan mal. Costumbres funestas que se nos pegan a la sombra y somos incapaces de evitar. Días pasados de moda. Paredes pintadas por gente de otro tiempo que parecen dejar sus recuerdos y nos acompañan como fantasmas.

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Sombras que solo sirven para agriar. Colores pasados de moda. Una forma diferente de hablar que confunde nuestro idioma. Da igual por donde pases. Cada día es distinto. Tu intención y como te miro parece acumularse en cajas embaladas en la entrada. Nada quiere saberse hasta última hora. Irse o dejar el bulto en la puerta, negándose a descubrirse. Una nueva primera hora con un misterio que negamos. Cigarrillos rotos en la mesa, una promesa antigua que nos persigue. Tal vez hoy sea el momento idóneo de ponernos al día con nuestro pasado.

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Empezamos fuerte y poco a poco nos vamos apagando como una pila de libros por leer en la mesilla de noche. Como si fuese una condena. En algún momento nos tendremos que poner con nuestras memorias. Y recordar que también se pueden apagar como una colilla en cualquier lugar. Dormirnos en las sillas preguntándonos a donde vamos después de despertar, como se ha terminado cualquier tipo de trato con el destino y preferimos acabar en otro lado al que teníamos previsto por primera vez. Por muy indicado que pareciese. Oigo a otra gente y cada uno tiene su hoja de ruta. La nuestra pareciera un pequeño post-it lleno de borrones.

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Lo único que queda es la cuenta del bar en la que creímos renacer ayer. O por lo menos nos juramos un montón de cosas nuevas. Incluidas que nos íbamos a querer toda la vida. Sin caer en los mismos errores que llevábamos viendo toda la vida. La verdad los nuestros son peores, pero nuevos, por lo menos. Nos gusta la oscuridad y tropezar en la misma piedra tres veces al menos. Pero nunca dejarnos de querer. No imponemos reglas nuevas a este juego, cuando perdimos las antiguas en cualquier barro viejo. No olvidarte, quererte, vivir como un poeta que siempre te echa de menos. Recordar que traes la luz. Dartela.

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