Otro escenario diferente, con una música que no conocemos. Apartamos las manos de los cuadernos, en los que se escriben nuestros nombres. Con cuidado. Noche tras noche. Nada que pueda hacer ruido traicionara al miedo. Rosas que crecen en sitios inhóspitos en los que solo crece la inoperancia y el reseco de la mente. Otra hora más. Debajo del tumulto solo quedan piedras que vas apartando frente a una pantalla. Versiones de nosotros mismos que intentan parecer algo inhóspito a imagen del espejo. Ceniza que quema todo lo que se encuentra. Se dejan las indecisiones para los perros que nos persiguen o para las propias pesadillas.
Sin valor alguno para volver la cabeza. Canciones nuevas que deberán acompañarnos, y retumban en nuestras cabezas como himnos. Balas en la recamara de cena, que tragamos sin miedo alguno, y pudre cada uno de nuestros órganos. Donde no se puede aplicar la clemencia. Ácido que no corroe por la garganta, nada que contar. Sitiados por nuestras propias historias, y la indiferencia del tiempo. Intento moverme hacia delante para poder avanzar, por algún lugar diferente. Otra historia que contar. Presión en el pecho por el aire en contra. Necesito saber donde te encuentras. Y solo lo puedo saber por mi mismo.
Por el olor, el sabor algo contrario a la indiferencia, algo que no se paladea igual al fracaso. Contra mi cuerpo el viento, y la falta de aire. Uñas rotas incapaces de doler, ensimismadas en su propio oscuro. Ocres todos los recuerdos. Lo que sucede se confunde con lo que sucedió. Y lo que desde ahora suceda solo depende de nuestras manos. Cogidos, unidos, con un fondo muy diferente al de los guijarros de aire que somos. Capaces de diferenciar cada pixel de nuestra relación. Dando la vuelta sobre nosotros mismos, en contra de los palos que ondean en lo alto para verterse sobre nuestros cuerpos.
Encontrando en cada calle la salida. Recostados del mismos lado, en la boca la misma palabra, de la mano de los pasos circenses que nos llaman día a día a permanecer al lado, juntos.
Limpiar los antros,
de nuestra propia ansiedad.
Balas en la recamara de cena.
Peces tristes,
en una urna de cristal.
Preguntas que respondiste
en otra tarde diferente.
Otras lenguas.
II
Poemas de niños que se nos escapan y reflejan en las pupilas, ir a verte:
Otoños de risas,
cristales sin fe,
inmaculados reflejos
delo que tuve
de cada día pasado
de lo que supuestamente fue. Mano tras mano, caricias
nos hacen ponernos de pie.
Huidos, unidos.
Besos sabor café.
Un comentario en “Sale el tren”