Latas y ceniceros

Pintadas en el suelo, que seguimos a rajatabla. Con frases horribles y nos parece haber pronunciado antes. Escuchamos grabaciones que hicimos con anterioridad y no es solo nuestra vida la que nos suena a fracaso. Los planes podían ser diferentes en los días lluviosos. Ahora la sequía nos ahoga de una forma paulatina. No tengo por donde escoger mis sueños y me tumbo en cualquier regazo. Tal vez así consiga que me prometan algo a corto plazo. Lapiceros de color rojo. Toda la vida rectificada. Nada de lo que hicimos nos contenta, ni alegra a otros.

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Un duelo que se puede firmar. Ambos bandos muertos. Esperando el si de una destilería nueva. Que nos ahoga e impregna con sus aboliciones de pena. Nuevos gritos en los que enzarzarnos, en mitad de una gruta que deleita al tiempo que perdimos. Otra imagen que no queremos que permanezca en nuestra cabeza. Los días más oscuros nos susurran que han pasado, pero no somos capaces de creérnoslo. Con las manos agrietadas nadie quiere oír hablar del frío. Todo el mundo comenta a nuestro alrededor. Insultos amenazantes que nos dedicamos a nosotros mismos. Colillas que apagamos contra nuestro pecho en los días festivos.

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Lo que recordamos no nos reconforta y hace mucho menos felices nuestros días. Horas que somos incapaces de añorar mientras las puertas abiertas nos dirigen hacia otro lado. Experimentos con el tiempo que siempre acaban mal. Latas de comida desperdigadas. Niños que se mueren de hambre, supurando por los dedos que se muerden a diario. Me dejo robar impunemente. Delante de mis ojos. Mientras se llevan toda la rabia y mugre como si pudiesen acallar todas sus noches con esos. Muebles por montar que huelen a sucio. ¿Donde vamos a escondernos?.  Por la mañana los deberes están a medio a hacer.

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Lo estropiciamos todo a última hora con canciones sin ensayar. Te persigo y no me caigo. Tampoco voy a alcanzar mi objetivo. No esta noche. Terminaremos entre cuatro tablas, hablando solos, una vez más. Como si fuese la primera. La taladradora es incapaz de hacer agujeros en la pared, no la paso lo mismo en mi cabeza. Restos por el suelo. Me imagino que alguien ahora hará todo lo posible por dejar los nuestros esparcidos en los lugares más extraños y con los pedazos más pequeños posibles. Obras que nos recuerdan a algo. Posiblemente un tiempo peor, en el que nos anclamos mientras sentimos punzadas.

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Nada de lo que me cuentas me cuadra. Me inyecto alguna mentira para contradecirme otra vez. No necesito sentirme solo, ya lo estoy. Esperando nada. Embriagado por un espacio hueco en el que solo quepo yo mismo, y mis propias estupideces. A la deriva cada vez que suena el teléfono, y tiemblo. No lo pienso coger. Cantando a mi propio país. Neurociencia obsoleta. Yo y mis propias desavenencias con el ser. Gritando a  un espacio hueco. Frente a un espejo que no refleja más que mi serenata. Inventándome.

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