Reliquias

Con la mesa sucia llena de cachivaches que se fueron amontonando con los días y alguna que otra fiesta. Me acuerdo y me vuelvo a despertar. Sin que nadie los aparte. Haciéndose fuerte en una parte de mi memoria. Para algo debería servir tanto trasto, y tantas fechas desparramadas por una vida. Aunque no lo tuviera muy claro. Tal vez cada una se clavaba a mi mismo de una forma diferente, dejando un reguero de sangre a seguir en caso que todo fuese a peor. Senderos a seguir para saber de donde venimos.

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El dolor en el costado se fue haciendo más fuerte y apenas me dejaba caminar y lo fui acusando hasta no saber de donde volvía. Todo encima de la mesa. Un dolor que conocía de sobra el camino de vuelta desde cada punto de la ciudad. Simplemente no me lo comentabas. No acertaba entre paso y paso a distinguir lo que quería hacer. Los lugares donde podía dejar la flema y verterme sobre un vaso con dos hielos. El contenido me acompañaba y pretendía recordarme donde pasaba los calendarios. Sus espirales se me volvían a clavar. Andar por los mismos lugares que desconozco y con la vista puesta en una supuesta llegada.

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Debía de terminar primero lo que vine a hacer y sabía con seguridad que era. Pájaros falsos que atraviesan nuestra cabeza. Reflejos en los cristales que nos engañan por enésima vez. Dejándonos caer sin demasiada convicción y con mucho menos impedimentos. Aceptar los agujeros negros de uno mismo. Migas de la realidad que se atropellan cuesta abajo mientras en las tinas vacías se acumulan moscas. Imaginando que algún día pudieron contener algo. Lo que debemos de olvidar. Popster de lugares lejanos que debemos evitar ir. En las que nos persiguen desgracias que nadie planeo.

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Confundirse para evadirse. Proseguir con una huida hacia adelante que solo deja puentes quemados y lineas ilesas de mediocridad. Cierro los ojos y me dejo a cualquier experimento al que me quieras someter, sin desgana con un solemnidad ufana. Con el tiempo cogido entre alfileres. Figuras que cambian de sitio por las noches cuando duermo. Preguntándome si pudiera ser una casualidad o un signo inequívoco de tu vuelta. Los dejo donde están. La madrugada lo sabrá. La misma que espera que recoja los bártulos ante la desesperanza mientras desplegó banderas antes de volverme al mar. En algunas gotas de agua tendré que deshacerme por siempre.

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Nada de seguido. Con calma. Enfrentarse a la lluvia y los choques con un poco de alegría matinal y dejar que llegue la noche para alimentar los vicios en mi cuerpo. Hasta que me arrastre sin que dejes una huella de tú trabajo criminal. Saber que así lo pedí. Que en ello me empeño. El tintineo de los cristales se ceba en mi piel, y esta lo agradece. Sin que quede rastro. Páginas enteras escritas en los bordes, donde nadie puede volver a escribir. A pie de playa. Donde se borrarán. Una imagen parada de un mismo camino. El único que conocí. Tal vez desde que era niño. Para el que me prepare y no tengo consejos. Saber que entendias las tristezas y las alegrías. Solo tu. Me hago hueco, haz ilimitado, que se vierte en ti.

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