Tardes en las que no sabes que hacer y ya están de sobra predestinadas. Somnolientas, pero en las que no se puede amainar el paso. Se repiten una y otra vez. Un algoritmo que no falla y se convence a si mismo. Hasta rozar el fallo. Con la boca seca. Buscando lo único que no se nos puede ofrecer, esperando así el nuevo día. Suciedad que se nos pega al pelo. Se deja ver por el ambiente y no somos capaces de esquivarla de ninguna manera. Omnipresente. Horas feriadas en una mecedora con la escopeta cargada, esperando a ver a nuestro propio fantasma.
Para darle caza. Para evitar que siga ninguneandonos las horas de sueño. Fondos de pantalla que terminan por absorvernos. Creernos que somos capaces de alcanzar algún imprevisto, mientras nos morimos del asco. Con las manos rasgando las paredes. Encerrados en contra de nosotros mismos. A favor de alguien que siquiera firmo algo. Simplemente se argumenta lo mejor para nuestra voluntad. Y esta se deshace como un helado a principios de Julio. No volveremos a ser los mismos después que cuatro paredes atesoren nuestros vicios y voluntades. Pero nadie se da por vencido, entre la nieve que nos congela y la belleza de renacer por nosotros mismos.
Volver a andar por nuestros lugares favoritos. Una y otra vez atravesar los charcos que nos mojan enteros, hasta no poder más. Volver a ser los niños que fuimos. Tener algo que cuidar. Piezas que se cambian con el uso. Algo con sabor ciertamente a antiguo. Con un olor especial. De lo que no nos despegamos. Ciertas manías que no caducan. Mal visto por unos, odiado por otros, pero intrínsecamente nuestro. Jamas dejaremos que nos vuelvan a encerrar y bajo esa premisa hacemos todo. Confundimos los tonos del cielo con el mar, y es que no detendrán nuestro afán por caminar.
Hasta donde los pasos nos lleven. Desnudos. Con la piel raída. Frente a algo nos haga temblar. Pese a ello con el paso firme. Cada día con más historias bajo el agua caliente. Tapándonos la cara con la rigidez y las agujas. Los dientes amarillos del hambre y el cuello agarrotado. Una vez más. Otra partida. El fondo negro, y por delante cuestas. Infranqueables los peajes a pagar y la cara de nuevo sucia. No queda donde esconderse y por ello caminamos. Un paso detrás del otro. Sin un solo titubeo.
Fantasía el habernos encontrado antes. Arcoiris que no vemos, ni caras amigas. Solo el calor sofocante que nos ahoga. Que da paso al frío que no nos deja movernos. Helando nuestros pensamientos. Ayuno de ideas lo que queda de viaje. Tal vez así consigamos ahuyentar al destino. Nada que no nos quepa en los bolsillos puede ser nuestro equipaje y las posturas nos vencen doloridos. Besando el suelo, casi a punto de ser abatidos, nos queda el recuerdo. De no volver a ser presas. De no huir. Ser lo que somos. Constantes. A una sola voz. Jamas ser doblegados de nuevo. Únicos . Kamikaces por un sueño. Dueños de nosotros mismos. Libres en cualquier sitio, cualquier territorio. Partisanos del odio.