Todo una incógnita difícil. Nada fácil. Se podrían prever las partidas perdidas. Una tras otra. Una temporada mala que no termina de acabar y que no recuerda cuando empezó. Con cierto miedo a cogerle cariño a algo antes de que se esfume. Entre el humo y el tintineo incorpóreo de las copas. Lo demás etéreo con tendencia a desaparecer. Canciones que se quedan en el olvido. Melodías que acompañan a todo lo que se marcha. Una puerta que nos impide la entrada y por la que no cesan de salir todo lo que nos evoca un recuerdo.
Empezamos una fiesta diáfana en nuestra cabeza en la que todo desaparece. Tumbados en el suelo. Añorando los motivos. Podríamos jugárnoslo todo a una carta pero parece que ya lo hicimos la noche anterior. Discos navideños sobre la gramola, demasiado antigua para despertar su interés. Ahogamos nuestros propios gritos en las canciones que escuchamos, mientras bailamos en una habitación con eco. Algo me dice que lo próximo que podría perder eres tú. Salir por la puerta y no verte más. Lo único que me niego a apostar. Tiempos difíciles para un cámara de sesión que vive a base de segundos parados tras un flash.
Con un traje viejo y una pajarita que oculta alguna que otra mancha en la camisa. Haciendo del tiempo algo incorpóreo, de un instante algo más inmenso y de horas algo para olvidar. Trabajo bien los margenes pero estos no me dan de comer. Me esquiva la suerte y lo que en ella pueda contener. Direcciones extrañas y lejanas en las que me presento. Totalmente aturdido . Escuchado el mejor tema de alguien que ya murió. Aun así los pájaros muertos siguen adoquinando la calle. Los besos de los enamorados no es lo que más se ve por los cristales que dan a la calle, y eso me pone triste.
Otro autobús que vuelve a dejar a alguien en la estocada y equivoca su hora. Bajo la lluvia en ocasiones es mejor no soñar si no queremos despertarnos en una pequeña apnea de monstruos de color carne. Me doy prisa en empaquetar mis últimas pertenencias. Pequeños cachivaches que aún me sirven de algo, y a los que tengo cariño. Velas que algún día encendí y olvido por los escalones de mi escalera por si alguien vuelve a conocer la suerte que yo algún día tuve a pies de mi. Salir deprisa sin que nadie tenga tiempo de pedir una explicación. Ni de torcer mi sombrero tiroles.
La calle acaba con su tiempo de encurtir mi piel. Algo tendrá que contarme del próximo lugar al que me dirijo. Sin reglas. Sin nada que confesar. Tan solo un individuo y su suerte algo cegada. Nuevos amigos que se suman a las personas conocidas ya. Cada uno con sus tumores. Y eso si, tu voz entre mis orejas. Nuevas reglas en las que jamas te dejaré escapar. Haga lo que haga, suceda lo que suceda, serás para mi sendero. Nunca más. Eres el rojo y el negro. Todo por lo que voy a apostar.