Leo tus cartas y permanezco cerrado en mi mismo. Como una gota de agua que se desliza por el cogote de un enamorado, y es incapaz de diferenciar si le corroe el frío o el amor. Con una tetera llena y un reloj vacío que no me vale de nada cuando alguien vuelve sin avisar. Sin zapatos, pobre de miras. Sentado al borde de un abismo con las piernas colgando. Esperando a escuchar una voz de fondo que le avise que es hora de algo que ni siquiera sabe que existe. Una bebida caliente que llevarse a la boca cuando todo se tuerce.
Llegar al final de la fiesta para preguntarse que se celebra. Velas que se apagan antes de tiempo. Tuve la idea de preguntarte por toda esa gente que no veíamos desde hace tanto, pero parece que se las comió el enredo de tu pelo. Eras la favorita de todas las conversaciones y ahora no podemos errar el tiro. Sigues en la boca de todas las preguntas con un cartel de completo en la boca. Deberíamos de hacernos fotos nuevas para la posteridad o los parlanchines. Nada se recuerda con tanto ahínco como las veces que perdimos todo en una apuesta contra nosotros mismos.
Dar la vuelta y seguir vislumbrando la misma sombra que se niega a abandonarnos. Frío para la posteridad. Un paso menos para la desgracia. Parece que nos lo merezcamos. Son otros los que hacen el promedio. Nosotros tenemos buena media. Busquemos donde busquemos. Donde quiera que lo hagamos salen las mismas palabras. Otra vez. Nos arrancamos los principios por si acaso. Las fechas no coinciden, así que no paramos de cuadrar nuestras desgracias con nuestros fracasos. Tazas vacías que se niegan a creer. Todo puede darse en este mismo momento. Algo debería de habernos avisado pero vivimos de espaldas, y nos gusta sentir la brisa congelada de buena mañana.
Lo que se hunde bajo nuestros propios pies lo contamos con un marcador hacia atrás y ya no nos molestamos en apretar las manos para rezar por ello. Con las rodillas llenas de cieno. Parece mentira pero los interludios los hemos colmado de buenas intenciones que no aparecerán en nuestras lápidas. Como tu nombre que a veces, aun hoy se me olvida. Diferencia de temperatura, dependiendo del día. Hoy no queda más remedio que hervir. Y con ello llevar el ojo turuleto. Ver la mitad de las cosas con la mitad de perspectiva creo que no me hará bien no tener tanta crítica moral.
Un día de estos voy a estallar. Sin ninguna duda. Pero hacia dentro y que sea lo que Dios quiera. Volvemos a empezar cada mañana y no me arrepiento de ello. Con las mismas frases, poesías u oraciones. Con el paso cambiado y la mirada miope y distraída. Dos por dos, no se si serán tres o cinco. Yo me quedo en medio molestando. Un día más acompañándote. Tiritando a las horas. Engañando al tiempo. Contigo todo el rato que se desborda.