Con olor a frambuesas proveniente de una vela. Debí de dejarla apagada por la noche por seguridad, pero permaneció prendida. Alumbrando mis sueños. Esos que en estas noches se convierten en pesadillas. Sobre la mesa una botella de Jack Daniel´s que no para de mirarme de reojo. Ambos sabemos de nuestras cuentas pendientes. Un cenicero enorme vacío, con la obligación de volver a llenarlo hasta los bordes. Creí que me comería la suciedad. Aún ando arropado por algo que no se muy bien que prenda es. Son las obligaciones contraídas conmigo mismo las que me tienen atrapado en este lugar.
Afuera el viento se lamenta, y busca cualquier hueco para lanzar su aliento quejumbroso. Como si fuese un último romántico pongo vinilos en el tocadiscos. Canciones que me hablan de tiempos pasados y, otros que debe de pasar lamentándome. Pensando en ti. Sigo mi dieta estricta de bourbon y sobras. Llamadas a teléfonos que nunca me diste preguntando por tu persona. Y responden. Cada uno con una nueva cantinela. Con un nuevo truco. Y yo con cientos de variantes de amargor en la garganta. Saldremos a buscar algo parecido. Un placebo de felicidad que lleve tu nombre, al amparo de los amigos que les dio por responder.
Vuelvo las hojas y me sorprende encontrarlas en blanco. Se supone que alguien más listo tuvo que imaginar un final para mí. Alguien que supiera como terminan las torturas a oscuras por los callejones y las plazas mayores de la capital, llena de recovecos. Donde puedo encontrar un ánima que parta en dos mi maldita inmadurez. Tiro los dados. Aqui todo es una maldita apuesta. Y caen de forma oblicua, sin un resultado ilegible. Voy a tener que buscarme el pan yo solito, o jugarmelo todo a los que dictaminen los posos en el café.
Las brujas no son tas feas a estas horas y apetece cantarlas mientras recorren las aceras dispuestas a repartir suerte y justicia, con una ramita de romero. Desbandadas en la noche. Correrías detrás de todo lo que me recuerda a ti. Persiguiendo a las que más se te parecen. Vaciando el vaso una y otra vez. Apenas nos dejan traspasar los umbrales, y sin embargo entramos en todos los lados. Subterráneos. No puede ser muy malo el castigo, una vez nos encontramos dentro. De todos los sitios. Cambiando los nombres de los lugares.
Abrazando cualquier tipo de treta hasta que se escurre el impedimento. Al final de tu mano. Demorando los problemas. Dejando caer encima de mi mesa las manos, buscando para estar contigo fechas nuevas. Todo color plata, sencillo reflejo en el agua en el que nos sumergimos. En los que el amanecer nos devuelve al alba.