Dormido. Con la sensación de sueño atrasado. Prácticamente incapaz de moverme. Pendiente de una llamada de teléfono que no se producirá. Y todo esto a la intemperie. Dejando que el gélido día traspase nuestros huesos. Puedo escuchar como se entrechocan mis carnes para proporcionar algo de calor. Esperando en una puerta que permanece siempre cerrada. No acierto a adivinar que es lo que hago aquí. Con excepción de una vaga esperanza. Que se atora por momentos. Todo llega tarde, cuando apenas lo podemos saborear. Acierto a beber agua de la fuente. Me deja los labios fríos con la imposibilidad de moverlos, me niego a protestar.
Vigilo de reojo mi posición. Si existe un mínimo de cordura me obligaría a abandonar ahora mismo. Pero solo confío en que traspases esa puerta en cualquier momento, y podamos hablar. Las pastillas que tomo me adormecen y no me dejan diferenciar con claridad quien es quien delante mía. Con los ojos abotargados y los parpados cayendo en frente del umbral que se supone que tienes que traspasar. Me siento un viajero en el tiempo. Nunca llegas y te pasas la vida en una encrucijada que cambia de parecer como una veleta. El resto anclados en una frase tuya o aun antojo que se pierde en la lluvia.
Te veo pasar y cambias de acera. Como un acento mojigato. Te paseas con su vaivén y, cambias el ritmo antes que pueda acercarme a ti. A lo lejos tu figura. Y una pequeña maldición que se contradice y me mira de soslayo. No tienes la más pequeña intención de dirigirme la palabra. Si quiera pasar cerca de donde te llevo esperando un lustro. Las etiquetas no están hechas para mí. Corro a paso cansado a tu encuentro. Como en un zig zag relampageante.
Desapareces. Y no puedo hacer nada. Vuelvo a mi puerta. A mi soportal desgastado por el mal uso, y que apenas nos cubre los días de verdadero chaparrón. Dejamos que se sucedan los actos e infortunios del resto y nos llevamos lo que sobra de la cuenta. Como verdaderos cuatreros. Los únicos que nos responden son los ángeles y los críos, ambos con una mirada inaudita, recordándonos que en el pasado dejamos a deber algo. Tal vez fueron personas parecidas a nosotros. Aun así piensan pasarnos la cuenta. Y nosotros tendremos que pagar a dolientes años vista.