No puedo quedarme demasiado lejos, en algún momento tengo que salir y asomarme, y no solo lo tengo que hacer por obligación, pues tengo que ocuparme de mi pequeño huerto urbano ( el nombre suena más pijo y cosmopolita de lo que realmente es ) , y de la ropa tendida. Ella tumbada y desnuda, en cuanto me ve se quita las gafas de sol, y me guiña un ojo, y si no me lo guiña por lo menos mueve la toalla a nodo de saludo, y eso de verdad no puedo inventármelo, aunque a veces quisiera hacerlo. Totalmente desnuda, o cubriéndose con cualquier objeto que la asegure un moreno mejor, sin mayor preocupación.
Alguna vez me la encuentro en el mercadillo de los sábados, en los puestos de verduras y frutas ecológicas. Me saluda sin decoro, me habla con una soltura innata, y a mi solo me salen las conversaciones relacionadas con el tiempo:
– Pues parece que mañana va a llover.
– Aquí muy calentitos pero en el norte que nevadas.
Y otras tonterías parecidas. Ni por esas se da por vencida, he de decir que nada la deja fuera de juego. No se exactamente que quiere, que busca, pues pincha como una abejita cuando estoy harto de venenos y aturdido. Desaparece hasta el día siguiente en el que vuelve a aparecer en mi balcón y vuelvo a caer en la trampa.
Mi educación machista, por un padre militar, y los consejos puritanos de una madre que pensaba morir virgen como Juana de Arco podría tener sus ventajas, creo que me habían dejado el cerebro reseco. Y no acertaba a intuir lo que pretendía decirme con sus frases y gestos, que en mi cabeza se retorcía hasta deformarlas y dejarlas inteligibles para cualquier persona medianamente humana, o con dos dedos de frente.
Preparo mi propia investidura, por lo menos de este barrio o de mi propio partido. Necesito salir fuerte de este pequeño stock que a decir verdad se vuelve de vez en cuando en contra de mi. Me siento en la cocina con ganas de hacer la lista de la compra, y pinto tu nombre, y algo que quisiera que fuera tu cara aunque se parece más a una ensaimada, y las frases que te oigo decir aparecen escritas entre la leche y las escarolas que pretendo comprar. Me miento tanto rato, un tiempo a penas entendible, ni para mi , micro espacios que se quedan colgados.
Entre lo que pienso y lo que creía que estaría sintiendo. Videojuegos y mariachis en mitad de mi cabeza, intento que no se hablen entre si y al menos me den consejo. Se de sobra que no puedo regocijarme en este tipo de irrealidades. Y me comentan que de conoce tu nombre debo seguir infiel a mi estilo, empezar a hablarte en algún momento como una persona normal y no con onomatopeyas. Me sigo viendo en la calle diluido, como si en vez de uno fueran miles, y todos te buscaran, y se de sobra que solo lo haré el próximo sábado en el mercadillo.
En cualquier lugar podría ser, pero silo es posible el fin de semana en los puestos de fruta, o asomándome al balcón. Así que decidido ir preparando carteles, en contra de mi mismo, -Ven a tomarte algo-, -si quieres ven- , tengo varios, y bajo a la calle a comprobar que se lean bien, de lo que no doy fe, es que tengan alguna falta de ortografía. Debe ser algo parecido al cariño, o al amor por que has venido, aunque no pueda ni creermelo, y en bikini ( la zona catastrófica que intento educar mi padre intenta salir, pero le he dado un daikiri de fresa). A ti un bourbon solo. El beso claro, me los has dado tu.
A todas las mujeres que ayer 8 de marzo se manifestaron, y hoy 9 siguen teniendo claras sus ideas.