Me despierto de noche, incapaz de conciliar el sueño. Doy vueltas sobre la cama e imagino todo tipo de cosas. Hasta que llega ese escalofrío y me diluyó, como si me desbordase y supiera a ciencia cierta que no soy yo quien esta ahí. Desdichas que vienen a verme de sopetón y no queda más remedio que atenderlas. Sabor dulce en la boca que se agria poco a poco. Hasta que me incorporo. Una cita con todo lo que se me viene encima. Tardes que pudieron convertirse en algo y quedaron al amparo de una luz amarilla que se trago todo.
Manchadas de barro y un reloj de arena que es capaz de oír como se arrastran los muebles de los vecinos. Otro día más en una encrucijada donde me juego todo a cara o cruz sin poder ver con claridad el final del camino. Tampoco lo esperaba. Pero me pesan los brazos y tiro de cualquier equipaje que pueda avasallar mis pasos. Tengo la sensación de elegir siempre la vereda más fría, a pesar de encontrarnos a 40 grados. Al poco tiempo me cubre la nieve hasta las rodillas y las plegarias de los falsos profetas me hacen sabañones en los nudillos y las orejas.
Vuelvo a levantar la mirada y respiro hacia adentro. Tal vez sea capaz de encontrar un sitio donde volver a cerrar los ojos al calor de una idea y me merezca la pena. La cerveza de barrica y algo que comer que no este tan crudo como mis ideas. Lo que consigo ahora que me estoy ahogando a cada paso, me siento fantasía. Todo tirado por encima de la mesa. Lleno de suciedad, soy incapaz de reencontrarme conmigo mismo. Mientras la porquería me cubre. Días vacíos. Aún intento enderezar mis amaneceres, vertiéndome por ambos lados de la cama, como si me derritiera.
Las dudas no dejan paso a nada que se parezca a la calma. Remordimientos por todo lo que hice, mucho mejores que por todo lo que me decían que no debería hacer. Casualmente todo sucede de noche. Justo después que el día pudiera echarme el aliento y nos quedásemos en un arcén. El alba siempre nos pillo de retirada. Aromas que se esparcen en las pocas horas en las que dormimos. Me recuerda algo y no puedo parar de evocar musas que vienen y van, pero siempre se dejan algo. Me imagino que tengo mucho que agradecer y más cuando todo se queda en el aire.