Veo iglesias en sueños. Un lugar tranquilo. Y me dejo morir en ellas. Tal vez me traspase la eternidad. Mido la distancia que me separa del suelo. En ocasiones es tanta que solo debería dejarme caer e implosionar, partirme en miles de pedazos. Oír a los ratones jugando con mi cuerpo y apenas poderme mover. Notar sus celos por mi cara y sus pequeños mordiscos como si fuesen a excomulgarme antes de un beso salvador. Un improbable. Me sugestiono con facilidad, pero esta imagen me persigue desde hace ya varias noches como si tuviese un significado oculto.
Ósculos que se venden al mejor postor en mitad de una red ferroviaria y que decidirán nuestro destino. Como sellos. Puedo reconocerte a lo lejos, por tu olor y el desvarío que consigues de mi. Entro en los peores lugares buscándote, y a ciencia cierta termino encontrándote, aunque siempre tarde. Sentados en la misma mesa. Consumiendo licores que conseguiran que no cumplamos la mitad de nuestras promesas. Siempre volvemos. Revisores en las calles que se empeñan en descubrir nuestros pensamientos. Seguimos adelante. Si supieran lo podridos que están y lo negro de nuestras intenciones no nos dejarían dar un paso más.
Obligados de por vida a mirar a la gente de soslayo sin desvelar nuestros verdaderos motivos para seguir en pie. Sonrisas que se nos cruzan convencidas que el próximo día ser mejor mientras nosotros solo pensamos en donde y cuando cometer el siguiente acto impuro. No tengo muy claro si nos conocimos o ya nacimos predestinados. Ambas almas cegadas por algo oscuro. Que te ciega. Fuimos dando pasos hacia un mismo abismo por distintos senderos, hasta dar con la misma profundidad, tal vez torturados, tal vez infinitos. Las frases del cuco del reloj no nos decían nada.
Nos guiamos por los gritos ensordecedores de aquellos que temían a la noche. Haciendo lo que nos venia en gana. Ventanas que se abren al amanecer y por las que podemos observar las ganas que confían algunos al silencio de tirarse por ellas, deslizarse por el lado más fácil de la vida. O eso se creen. Una vez te cortas las muñecas se ven los colores de otra manera. Con otros fulgores que antes eras capaz de menospreciar. Sigo esperando una respuesta. Con algo de desaliento. Como aquel que sabe que lo que añora no existe y tan solo le queda dar vueltas al vacío y preguntarse ciertos porqués que nadie responderá.
Como solo y me envuelvo de perfumes que tapan mi maloliente ser, y hacen que me alaben todos aquellos que están equivocados y no se esperan que cualquier día en el momento más inoportuno sus ojos observen una salida de tono que les deje con el alma fría de por vida. Coqueteo. Voy dando vueltas en un estado de sock a la par que demasiado convencido de lo que soy. No voy a esperar más para manifestarme. Si apesto. Y mis manos huelen a crimen, pienso darlas rienda suelta , no hay más que hacer. Así sucede desde hace tiempo. Desde que no nos vemos. Desde que no coincido con tu forma de ver este paraíso. Te echo de menos y me corrompo. Se descompone este espíritu y en parte es por tu falta. La ausencia, que me llena.