Permanezco sentado mirando el reloj. No esta en hora. Permanece así hace bastante tiempo. Tal vez debiera de haberlo cambiado pero no me disgusta. Oigo el nuevo disco de una vieja artista de forma repetitiva. Quiza quisiera sentirme así antes. Sin aprender a bailar nunca. Solo posado sobre las notas. Sin un rumbo fijo. Con la luna en la pupila haber que pasa. Doy vueltas una y otra vez. Sin tener muy claro que es lo que pasa. Me fustigó al ver las fechas en el calendario del año pasado. Ponerme al día me sabe hiel.
Y sigo dando vueltas a mis honorarios de trapecista en el sendero equivocado. Según mis cálculos deberíamos de coincidir algún día de estos, en alguna cafetería maltrecha de esas que tanto te gustan. Yo dejo que mis cabellos largos me sigan ocultando parte del camino. Dejando los quehaceres para otro momento menos propicio. Te imagino rezando a dioses paganos bajo las estrellas, encerrada y de punta en blanco. Cambiamos sin darnos ni cuenta, ni por donde derivan los senderos. Yo sigo con la misma cara de perro y dejándome deambular por los costados como si caminase por un barco.
Las mismas manías y costumbres extrañas que inquietan a todo el que se me acerca. Sendero barroco que se me confunde con los arabescos que describen mis manos. Fotos que se mueven y dejan de piedra a todo el que los mira. Nuevos versos que se impregnan de plata y son incapaces de doblegarse ante las palabras de nadie. Arrancando de raíz a todo el que se conmueve. Me revuelvo entre los caminos antes de escoger uno, y voy recorriendo todo lo que puedo a base de bocados a todo lo que se me acerca.
Cartas volteadas. Que una bruja se limita a interpretar como un cuento mientras me desangró. Con la sensación de nunca llegar. Con la fe puesta en todo lo que no funciona. Darnos contra el reverso de todo lo que sucede. Abandonados en un sitio indeterminado con las piernas abrasadas. Andando con las rodillas abiertas. Dejando rastro. Mientras no piden silencio, un llanto incomodo. Perdidos en algún lugar donde nadie se acordaría del tiempo que llevamos entre astillas. Doblegándonos ante nosotros mismos. Un epílogo demasiado largo, manchado de grasa que deja al tras luz ver las heridas y las risas que no nos recuerdan.
Otra vez a empezar sin el más mínimo llanto, proponiéndonos emular cualquier vestigio de final feliz. Me pararé a retorcer mis películas favoritas a ver si alguna es capaz de torear bien el vendaval. Nosotros por ahora nos dejamos despeinar con el viento por no encontrar la manera. Empiezo a quitarme el esqueleto con disimulo. No quiero empezar mis últimas letras lleno de matices ni de costras. Lo único que pretendo esperar es a escorar bien las curvas, como vengo haciendo hasta ahora, y encontrar mi casa con apenas una bandera pirata y tu ropa interior. Ver aparecer tu forma en el umbral. Tu sombra. No pido nada más.