Llego tarde a cualquier lado. Casi como una religión. Me he perdido y no siento compasión por mi mismo. Tan solo me limito a dar vueltas sobre la misma idea. Soy actor dentro de mi propia vida. Donde las piezas se mueven por pura devoción a lo rocambolesco. A no saber llegar un día donde se supone que todo termina. Con los brazos cruzados deambulando, intentado buscar algo importante, que hace tiempo se perdió. Atrancado en una hipnosis que nos hace soportar el mismo momento una y otra vez repetitivamente. Prohibiciones que nos saltamos sabiendo que no nos va a llevar a ningún lugar.

Parece que las leyes naturales ya no se aplican. Titubeo con el sueño, y me doy una y otra vez la vuelta incapaz de seguir despierto. No me interesa la realidad para nada. Vivo inmerso en mis pesadillas que se reinician cada vez que cierro los ojos, y me acompañan el resto del día. Cartas bañadas en oro que leo apasionadamente para poder volver a comprobar que poner un pie sobre el asfalto no es más que dejar que la realidad te pase por encima. Detalles que no cesan de repetir en mi cabeza que hace tiempo perdimos el norte.

El telediario me sume en un sopor ancestral del cual puedo comprobar que no queda el más simple ejemplo de cordura humana. Los nuevos invitados a mi mesa se pasean con la mente en blanco y dando vueltas en círculos como si no pudiesen encontrar jamas su sitio. Todos hemos perdido la solemnidad. Apuro mis ganas y parte de mi dolor. Mirarse a través del espejo rancio que nos queda no es ninguna ganga. En ocasiones parece abrirse una brecha en me de nuestra imagen deformada. Confiamos en los cuentos y leyendas de nuestros mayores para poder comprobar que nada se ha ido cumpliendo y podemos morir solos de angustia.

Acudimos a las drogas más crueles para ver si pueden acelerar el proceso, dejando a su paso la intimidación por un sendero roto. El precio de lo vivido lo llevamos a nuestras espaldas, sin ningún tipo de oportunidad. Un gotero transparente que va haciendo mella en nuestra voluntad y consigue que viremos nuestra vida hacia la decadencia. Pociones de colores que no sirven de nada y que compramos a precio de oro en los lugares más infectos. De nada sirven para burlar un destino se ha corroído con el tiempo.

Vamos sin ningún tipo de remilgo hacia allí. Donde todo esta terminado y lo finito nos mira a la cara, de reojo cuando nos agachamos con una sonrisa burlona. No creo que tengamos mucho tiempo para decidir. Incrustarnos contra el barro y caer a la deriva con un sonido sordo que nos asusta y le impide al eco responder. El también es presa del pánico. Todas las mañanas me levanto y veo el lodo bajo mis pies impidiendome dar un paso más. Lo triste y lo imposible se dan la mano y absorben toda mi pereza hasta conseguir hacer un batiburrillo de mi vida, algo donde poder ponerme en pie. Seguir hacia delante impregnado por lo oscuro. LLegó tarde a cualquier lado . Incluso a visitarte por última vez, pero llego. Y no pienso soltarte. Eres luz y te sostendré. Ambos a un paso. Que dura siempre.