Encadenado a mis propios sueños, a sabiendas que a veces lo que más amamos lo debemos dejar ir. Agonizo ante esa idea. Y ante el poco tiempo que tengo para decidir. Todo se parte por la mitad. Una idea que no termino de madurar. Que se agarra a la cabeza y no la deja ir. Ando por debajo del suelo como si lo que prevaleciera encima no fuera conmigo. Haciendo caso omiso de los demás. Oídos sordos a cualquier frase que provenga de las personas que intentan rodearme. Y de las que me zafo. Sonrisas amargas que devuelvo con un mínimo de desilusión.
Al borde del cansancio. Otro día más que pasa como un engaño. Aletargadas las ideas de la desilusión sin poder pasar página. Todo se hunde en un mismo quiebro. Todos se conocen pero evitan el saludo. Vergüenza ajena. Me hundo en la suciedad del suelo y me dejo engullir. No tengo nada mejor que hacer por ahora. Casi por obligación que sigo vivo. Ando solo y eso me sirve. Sin tener que mantener ninguna conversación. Todo parece que llegue tarde. Con un extraño sabor a sangre en el paladar. Puedo mantenerme así el tiempo que haga falta, con la cabeza gacha y sin que nadie me atienda.
Dar por hecho la mayoría de las cosas. Dejando que la vida decida por si misma, viendo caer por la pendiente la mayoría de las posibilidades propias y ajenas . De nada va a servir gritar al vacío. Tengo una lata a medias donde guardo la esperanza, y nunca se termina de llenar, como si tuviese un orificio que la imposibilita guardar nada que merezca la pena. Y con eso vamos tirando. Los renglones se separan y es imposible escribir nada nuevo a lo de ayer. Se resisten como un eco. Maldito. Algo que nos recuerda que de este estado es casi imposible salir.
Hay quien se sienta en una silla y declara como para un juicio, y deja caer todas sus calamidades sobre el resto, yo apenas puedo defenderme de esto, pero tampoco le doy demasiada importancia. Las miserias no ven llegar de una forma u otra. Están agazapadas en cada esquina. Pese a que haga quien entone el «mea culpa» y se deje devorar de mala manera. Vallas a los lados para que no podamos movernos, si acaso pensar por momentos. Cuelgan cadáveres de los puentes para estremecernos los cuerpos y sepamos lo que nos espera. Tarde o temprano. Los jóvenes y los viejos van a terminar en el mismo lugar.
Con las conciencias distraídas para no tener en que pensar. Cada paso cae como una losa y nos dirigimos a los lugares prohibidos unos, otros mantienen la compostura. Yo no creo que vayan a llegar muy lejos en un sitio así. Me deslizo por las ventanas y me cuelo en los sueños de los que no están conforme hasta que no paran de gritar. Nos intentan mantener parados con la conciencia intranquila pendientes de quien deslizaran por las cornisas, y me siento abatido. Hasta que llegas, y volvemos a ser luz. Uno a uno despertamos. Caminando juntos no nos puede el rencor. No me dejas marchar. Somos un todo que no se puede callar. Libertad sin final.