Mes: junio 2018
Sentido
Todo sigue siendo un sueño. Un mal sueño de un día que no queremos recordar. Y se nos atraganta. No hay forma de pasarlo si no es en un paño de lágrimas. En un amanecer que despertamos y somos incapaces de mantener la calma. De un lado para otro intentando buscar el sentido a lo que hacemos y lo que somos. Con las páginas arrugadas de nuestro diario. Creemos llegar más lejos en nuestros secretos y lo único que hacemos es ubicarnos en el ostracismo del que no podemos escapar. Cada día más tensos. Sin tener muy claro a donde queremos llegar.
Nuevas frases que nos llevan justo al centro de la desesperación. No vemos más allá de nosotros mismos y nos ahogamos en las miserias que nos carcomen desde hace tiempo. Hace ya tanto que ni las reconocemos. Nos dejamos embaucar durante unos momentos que se hacen eternos. Parece que nunca volviéramos a salir de nuestros suburbios mentales. Indagar un poco más a nuestra conciencia que poco a poco se pudre por la falta de valores. Giramos sobre nosotros mismos y señalamos un punto al infinito. Tal vez quisiéramos llegar allí pero nada delata que eso sea un acierto.
Las equivocaciones han ido marcando nuestro camino, y poco a poco se han ido convirtiendo en cada una de nuestras estaciones. Las verdades se venden caras. Volteamos la cabeza por lo más nimio y dejamos que nos confundan otras voces. Moviendo nuestro sendero hacia cualquier lugar que hace que nos escuezan las heridas. Un cambio de tono en el color de nuestras respuestas que lo voltea todo. Buscamos entre los escombros algo a lo que llamar casa, un hogar que no se materializa. Amaneceres antes que salga el sol. El miedo como una forma de estar. Temblores en las manos, que se agotan.
Sentir escalofríos en las espaldas al saberse el porvenir. Rendirse no es una opción. Cambiamos de lugar y nos jugamos todo a una carta, con un crupier loco al que no le queda un mínimo de esperanza. Las sillas vacías. Nadie pretende dar la cara. Y quedamos en punto muerto. Romper la calma y dejar que se desvanezca el humo de alrededor. Una catástrofe en el centro. Nadie quiere volverse, los pasos aun en falso nos llevaran a un emplazamiento que no sea este. Parece que este tiempo tan solo desee una separación que llega hasta la médula y nos parte en dos.
Un cuento al revés que no tiene piedad con ninguno. Sentados en una mesa que no es la nuestra y en la que se debate como explotar y no dejar nada vivo. Un francotirador que ha perdido toda la fe. Puntería contra la ilusión y las creencias. No va a quedar nada me repiten con avidez, una y otra vez. Pero me temo a mi mismo. Y se que te encuentro en cada momento. Volveremos a pesar de todo. Y seremos uno a pesar no quede nada en pie, excepto nosotros. Volver.
Malos humos
Una llamada de teléfono que se corta, y nos parte la noche en dos. No volver a levantarnos hasta que las preguntas inundan nuestras cabezas. Como sabrán donde dormimos si cada día cambiamos de lugar. Escuchar las voces de fondo que nos acechan la cabeza y nos dejan un malestar que hacen que estemos a punto de vomitar. Cada vez que descuelgo las mismas frases, preguntando por ti, y afirmando mi mediocridad al no saber mantenerte conmigo. Doy vueltas por la calle buscándote. Por todos los viejos lugares que conocimos juntos. Sin un mínimo atisbo de ti. Siento que la quijotera me va a colapsar.
Enciendo pitillos donde antes fumábamos juntos por si volvieses de las sombras a robarme el humo y quisieses degustar el cigarrillo de mi boca. Como era entonces. Lo único que encuentro es soledad, y la gente que pasa malhumorada clavando en mi su mirada da por hecho que no se hacer otra cosa que vagabundear. Encontrarte no es asunto sencillo. Te pierdes entre miles de promesas que hiciste a otra gente que nisiquiera conocía. Eres como un haz de luz blanca que se divide en un arcoiris al impactar con un cristal, y debo de salir corriendo detrás de todos esos diferentes pedazos para llegar a una verdad.
Imposible de perseguir para uno solo. Enciendo velas a santos que se niegan a responderme. Y paso la mano sobre ellas tiznándome las palmas de negro. Me quemo. Si estas por aquí te debo de encontrar. Encuentro enfermizos los callejones, pero me pierdo por ellos. A falta de una voz o un escritos que me hable de ti, que quiera confensar. Los asuntos del teléfono no son más que absurdas suposiciones que no paran de insultar. Sigo mis propias voces y estas parecen que se están acostumbrando a no acertar.
Dulces sueños para aquellos que quieren vernos fracasar. Entre rejas mis decisiones. Me pierdo y dudo que me pueda volver a encontar. Vuelvo a recorrer las calles en busca de tus olores. La oscuridad me va servir para sugerirme a mi mismo por donde debo de terminar con mis temores. Ando solo y pregunto a las personas olvidadas y solas que antes parecían observarnos. Sin encontrar ni un solo indicio. Dar vueltas como en un juego, es en lo que se ha convertido toda mi vida. Incapaz de dar un solo paso veraz. Tirando los pasos a la deriva. Nada en concreto que merezca la pena.
Vuelvo a oír tus palabras, se reescriben en cada plazoleta, en los suelos que cruzo y en las esquinas como pintadas, que me redirigen a un centro que lo único que encuentro es tu recuerdo, y me hace dar vueltas como un sumidero en el que me mareo y soy incapaz de volver a mi. Vuelven las llamadas de teléfono a medianoche y puedo diferenciar tu voz que me agrede, y no quiere ser encontrada, con sonidos de fondo que podrían hacer vomitar a cualquiera. No voy a dejar que desaparezcas y solo vuelvas para amargar. Te encontraré y tu boca dejará paso a algo más que al altavoz comunicando. Ahora eres tu quien me quiere hallar, y yo vivo en mitad de lo oscuro. Vivimos en un ahora ambiguo. Incapaz de descubrirnos. Otra época quizá.