Una llamada de teléfono que se corta, y nos parte la noche en dos. No volver a levantarnos hasta que las preguntas inundan nuestras cabezas. Como sabrán donde dormimos si cada día cambiamos de lugar. Escuchar las voces de fondo que nos acechan la cabeza y nos dejan un malestar que hacen que estemos a punto de vomitar. Cada vez que descuelgo las mismas frases, preguntando por ti, y afirmando mi mediocridad al no saber mantenerte conmigo. Doy vueltas por la calle buscándote. Por todos los viejos lugares que conocimos juntos. Sin un mínimo atisbo de ti. Siento que la quijotera me va a colapsar.
Enciendo pitillos donde antes fumábamos juntos por si volvieses de las sombras a robarme el humo y quisieses degustar el cigarrillo de mi boca. Como era entonces. Lo único que encuentro es soledad, y la gente que pasa malhumorada clavando en mi su mirada da por hecho que no se hacer otra cosa que vagabundear. Encontrarte no es asunto sencillo. Te pierdes entre miles de promesas que hiciste a otra gente que nisiquiera conocía. Eres como un haz de luz blanca que se divide en un arcoiris al impactar con un cristal, y debo de salir corriendo detrás de todos esos diferentes pedazos para llegar a una verdad.
Imposible de perseguir para uno solo. Enciendo velas a santos que se niegan a responderme. Y paso la mano sobre ellas tiznándome las palmas de negro. Me quemo. Si estas por aquí te debo de encontrar. Encuentro enfermizos los callejones, pero me pierdo por ellos. A falta de una voz o un escritos que me hable de ti, que quiera confensar. Los asuntos del teléfono no son más que absurdas suposiciones que no paran de insultar. Sigo mis propias voces y estas parecen que se están acostumbrando a no acertar.
Dulces sueños para aquellos que quieren vernos fracasar. Entre rejas mis decisiones. Me pierdo y dudo que me pueda volver a encontar. Vuelvo a recorrer las calles en busca de tus olores. La oscuridad me va servir para sugerirme a mi mismo por donde debo de terminar con mis temores. Ando solo y pregunto a las personas olvidadas y solas que antes parecían observarnos. Sin encontrar ni un solo indicio. Dar vueltas como en un juego, es en lo que se ha convertido toda mi vida. Incapaz de dar un solo paso veraz. Tirando los pasos a la deriva. Nada en concreto que merezca la pena.
Vuelvo a oír tus palabras, se reescriben en cada plazoleta, en los suelos que cruzo y en las esquinas como pintadas, que me redirigen a un centro que lo único que encuentro es tu recuerdo, y me hace dar vueltas como un sumidero en el que me mareo y soy incapaz de volver a mi. Vuelven las llamadas de teléfono a medianoche y puedo diferenciar tu voz que me agrede, y no quiere ser encontrada, con sonidos de fondo que podrían hacer vomitar a cualquiera. No voy a dejar que desaparezcas y solo vuelvas para amargar. Te encontraré y tu boca dejará paso a algo más que al altavoz comunicando. Ahora eres tu quien me quiere hallar, y yo vivo en mitad de lo oscuro. Vivimos en un ahora ambiguo. Incapaz de descubrirnos. Otra época quizá.