Todo sigue siendo un sueño. Un mal sueño de un día que no queremos recordar. Y se nos atraganta. No hay forma de pasarlo si no es en un paño de lágrimas. En un amanecer que despertamos y somos incapaces de mantener la calma. De un lado para otro intentando buscar el sentido a lo que hacemos y lo que somos. Con las páginas arrugadas de nuestro diario. Creemos llegar más lejos en nuestros secretos y lo único que hacemos es ubicarnos en el ostracismo del que no podemos escapar. Cada día más tensos. Sin tener muy claro a donde queremos llegar.
Nuevas frases que nos llevan justo al centro de la desesperación. No vemos más allá de nosotros mismos y nos ahogamos en las miserias que nos carcomen desde hace tiempo. Hace ya tanto que ni las reconocemos. Nos dejamos embaucar durante unos momentos que se hacen eternos. Parece que nunca volviéramos a salir de nuestros suburbios mentales. Indagar un poco más a nuestra conciencia que poco a poco se pudre por la falta de valores. Giramos sobre nosotros mismos y señalamos un punto al infinito. Tal vez quisiéramos llegar allí pero nada delata que eso sea un acierto.
Las equivocaciones han ido marcando nuestro camino, y poco a poco se han ido convirtiendo en cada una de nuestras estaciones. Las verdades se venden caras. Volteamos la cabeza por lo más nimio y dejamos que nos confundan otras voces. Moviendo nuestro sendero hacia cualquier lugar que hace que nos escuezan las heridas. Un cambio de tono en el color de nuestras respuestas que lo voltea todo. Buscamos entre los escombros algo a lo que llamar casa, un hogar que no se materializa. Amaneceres antes que salga el sol. El miedo como una forma de estar. Temblores en las manos, que se agotan.
Sentir escalofríos en las espaldas al saberse el porvenir. Rendirse no es una opción. Cambiamos de lugar y nos jugamos todo a una carta, con un crupier loco al que no le queda un mínimo de esperanza. Las sillas vacías. Nadie pretende dar la cara. Y quedamos en punto muerto. Romper la calma y dejar que se desvanezca el humo de alrededor. Una catástrofe en el centro. Nadie quiere volverse, los pasos aun en falso nos llevaran a un emplazamiento que no sea este. Parece que este tiempo tan solo desee una separación que llega hasta la médula y nos parte en dos.
Un cuento al revés que no tiene piedad con ninguno. Sentados en una mesa que no es la nuestra y en la que se debate como explotar y no dejar nada vivo. Un francotirador que ha perdido toda la fe. Puntería contra la ilusión y las creencias. No va a quedar nada me repiten con avidez, una y otra vez. Pero me temo a mi mismo. Y se que te encuentro en cada momento. Volveremos a pesar de todo. Y seremos uno a pesar no quede nada en pie, excepto nosotros. Volver.