Torpe

El insomnio ha vuelto a aparecer. Se queda sin que pueda hacer nada por evitarlo. Confundo los días, se me van quedando atrasados y llego tarde a casi cualquier lado. La paciencia se disocia y voy dando pasos que se quedan atrás. El dolor empieza a hacer acto de presencia y apenas me puedo mover. Parece que ambos tienen un trato y quisieran dejarme en la estacada. Es punzante me salpica. Hasta que me quedo tumbado en el suelo y sin poder hacer nada por aliviarme. Empiezo a confundir sustancias. Unas me alteran y otras provocan en mi un gran vacío. Creí que me adormecerían pero tan solo llego a la fase de zombie cochambroso.

Sale humo de alguna parte. Debe de ser el último cigarrillo mal apagado que me recuerda que no va a ser más que la enésima parte de mi mismo que va a querer acabar con esto de una vez sin que esto sea posible. Enciendo otro torpe. Algo me acompaña por las noches e intenta confundirme mientras que por las mañanas me produce un odio visceral. Comienzo a extraviar las horas. Pierdo el pulso que me hecho mientras estoy sereno. Algo tapa lo que quiero ver y probablemente sea mi propia sombra.

Me muevo a cámara lenta mientras todo pasa rápidamente, algo no me cuadra pero no es momento de lamentaciones. Vuelve como una punzada y no me deja respirar, una y otra vez. Tendré que hacer algo con ello. Tocar fondo sin salir a flote. Se empieza a hacer repetitivo. Sin una causa natural. Cada uno con su condena. Empezar a bajo cero, en números rojos. Asomando la cabeza y notar que todavía se esta muy lejos de la orilla. Abro la boca y trago aire, como el pecho de un difunto. Los ojos los tengo de un color vidrioso.  En el paladar una cierta amargura que se va diluyendo con el próximo brindis.

Haga lo que haga lo celebraremos debajo de una vela. Mala praxis que se ceba con nosotros, y palabras que decoran una batalla en la que por no querernos rendir nos lastimamos hasta perecer de la peor manera posible. El deambular de la gente me confunde, y siempre me coge a contracorriente. Dando vueltas, despistado, y sin encontrar un solo lugar sonde descansar mis huesos que se empiezan a resentir. Vayamos donde vayamos encontramos una prohibición. Se choca contra nosotros. Rompemos como olas contra el arrecife y nuestra piel se endurece. No existe con que calmarnos. El daño se repite y casi no podemos hablar. Algo nos punza y no nos deja dormir.

Los gritos se estiran como una goma. Donde estamos nadie nos va a oír. O en su defecto harán caso omiso. Suena a nuestro alrededor la banda sonora de la desesperación. Daño en la categoría de lo inedito. Sin saber que existía. A las cartas nos tocaron los comodines marcados. Y la vida se sabe de sobra nuestro juego. Nos deja que nos absorva el tiempo como en un sumidero. De un recuerdo perdido pretende que vivamos. Y lo único que nos queda parece que lo hubiesen escrito otros con una mala mano. Me niego a aceptar tanto suplicio y falta de sueños. Contigo me acuesto y me desvelo, a ti vuelvo y se me suman las heridas. De una vez por todas contigo me quedo. Contigo a pesar de las maldiciones.

 

 

Tu nombre

Atrapado por la corriente, ahogándome en un mar que se sumerge en un vaso de agua. Solo puedo dar vueltas imaginándome a mi mismo. Cayendo como siempre desde la altitud. Nada se va a solucionar por que reme un poco más fuerte. Así que me dejo llevar y que sea el destino el que depare mi futuro. Prefiero vivir en mis sueños donde se repite tu nombre una y otra vez. Una manera cualquiera de no separarme de ti. Se mueve el suelo debajo de mi, y me aferro a todo lo que creí antes, aunque no me vaya a servir de nada.

Veo como todo se desapega y va a la deriva, excepto los recuerdos en mi memoria. Tal vez deba  probar otra fórmula que no destierre todas mis creencias y me haga sucumbir de una vez por todas. Oigo tu nombre en mi cabeza, no deja de retumbar cuando dejo los ojos en blanco. Carecen ya de colores todos mis pensamientos. Y una línea oblicua se posa sobre ellos para atravesarlos y dejarlos sin sentido alguno. Me empequeñezco por momentos. Me empeño en encontrar la culpa y regocijarme en ella, hasta que me salte a los ojos, y me haga ver con más claridad.

La gente que viene detrás clava su mirada y no para de susurrar. En algo debemos nos debemos de estar equivocando. Peor para nosotros mismos. La baza que debemos jugar lo vamos a hacer en una sola vez. Guardando un silencio sepulcral. En contra de los que creen que otorgo. Me deslizare por debajo de mis propias palabras para volver. En mitad de todo, esperando lo peor y cubierto de moscas, me muevo de nuevo. Sin dejar nada para la imaginación. El cierre que se ciñe sobre mi cuello aprieta cada vez más. Incapaz de salir de mi propia trampa.

Las manchas se ciernen sobre mi. Totalmente impregnado por el olor sucio de la derrota. Feroz devoro todo lo que se se encuentra cerca de mi. Sin hacer distinción. El espejo parece no querer reflejar en lo que me he convertido y se transparenta como un cristal en lo que solo se ve lo que fue ayer. Repito tu nombre y noto como se clava en mi. Ya no me queda voz. Se revuelven siempre en mi contra las mismas ideas que tuve desde un principio. Devorándonos a nosotros mismos. Apenas queda tiempo y hay quien quiere que demos todo por terminado pero no podemos dejar pasar la ocasión.

Sumergidos en gritos lo volvemos a intentar una y otra vez. El dolor nos acompaño durante toda la partida, y la gente se retira. Aparecen personajes nuevos que opinan igual que los antiguos y nos ahogan un poquito más. Las explicaciones que nos damos a nosotros mismos son las peores. Todos se impregna de una sustancia algo particular que se dedica a fagocitarnos. Todas las etiquetas se caen y no nos queda más remedio que mirarnos a la cara. Se encuentran colgadas las flores con sus espinas puntiagudas, y nos dejamos las espaldas contra ellas, esperando que la sangre escriba un buen futuro para alguno de nosotros. Me parece que empieza a parecerles bien la azotaina. Pero pase lo que pase lo haré a tu lado, sin que nadie pueda pararnos o dañarnos. Duela lo que duela. Juntos sin tiempo. Inconscientes, inseparables, de una vez sin que nadie nos moleste. 

 

Incongruencias

Me arrastro por el suelo y apenas hago nada por moverme. Se me acumula las deudas conmigo mismo. Andar por ahí tirado se convierte en algo normal. Deambulando de un lado hacia el otro. Como en un barco, sin que se mantenga quieto el suelo. El miedo es la sensación que nos guía día a día. No podemos hacer nada por resolverlo. No dejamos que nada suene a lo lejos. Todo es inquietud que nos resuena en los oídos. El cansancio hace su aparición y nos impide mirar la vida de forma que no sea del revés. La soledad se pega al paladar.

Parece que paulatinamente vayamos a esconder la más mínima esperanza. Todo se va muriendo y no hay forma de rezar a nada nuevo. Se reseca la sangre en nuestras venas y solo somos capaces de ver los fallos que nos molestamos en repetir. Las manchas se esparcen a ambos lados. Lamemos los vórtices y nos quedamos asombrados del sabor a moho. Con las hojas de los documentos importantes dobladas somos incapaces de controlar nuestros propios actos. Las fotos antiguas nos avergüenzan por no estar a la altura. Después de tanto tiempo somos los mismos, sin ser capaces de avanzar un solo paso, con las mismas limitaciones.

Nos podríamos dar asco pero no nos llega para tanto los intereses acumulados. Como personas pertenecemos al inframundo. En un callejón en el que apenas poodemos pasar y apenas cabe nuestra mediocridad. Cuando nos demos por vencidos nada cambiara. Caídas en espiral que no tienen final. Gritas desde el balcón frases de desamor hasta que se aclara el día. Vino e impurezas prohibidas que se acumulan en nuestro pasaporte de ida. Damos la vuelta en cualquier lugar y nos encontramos con nuestras espaldas apuñaladas. Noches de todos los santos amenazadas por nubes negras.

Todo podría ocurrir en tu vida como ocurre en la mia. Y no hay forma de correr. Eso quisiéramos creer pero es imposible que se den tantas calamidades juntas en medio de la lluvia. Desaparecemos por momentos, casi imposibles de ver. Nadie quiere tener cerca tanta influencia de los malos astros, de decisiones mal tomadas correlativamente. Es un escenario cualquiera en el que no se sujeta el suelo, pretendemos permanecer aunque sea con el agua al cuello. Imposible llegar a tiempo . Parece que estamos condenados a desaparecer de la peor de las maneras, dejando los arañazos por las paredes a modo de testamento.

Mirando a través de las cerraduras tal vez podríamos llegar a comprender tanto secreto turbio que no se quiere saber. Nadie se molesta en repetir las buenas acciones pero aprendimos bien como inflingir todo tipo de daño que se queda bien fijado a nuestra piel. Tras tres días de intentos todo parece que se va a estropear, debajo de un puente desnudos volvemos a resolver nuestros más íntimos pensamientos. Todo puede volverse del revés. Nada vale lo más nimio al cambio. Así que apenas somos capaces de mantenernos de pie. Puede que sea la pena lo que consiga aguantarnos un grito más. pero no pienso marchar sin verte una última vez, volviendo. Ni un paso atrás. Siempre a tu lado. Hasta que se nos acabe el aliento.

Fracasar

Fracasar es una forma de verlo. Se repite una y otra vez. Así que hay que saberlo llevar de la mejor manera. Cambios de ritmo que no sirven para otra cosa que disimular y ser pillados in fraganti por el desastre. El hipnotizador de nuestros sueños ha muerto y su cadáver flota por encima del lago dejando un nauseabundo olor. Sin la más mínima esperanza de volver a encontrar el camino de vuelta. Ciudad que nos chupa la sangre y se muere de pena. Dando paseos con el pie cambiado. No se donde te puedo encontrar y te me cruzo a cada paso de cebra. Gente parecida que no tiene nada que decirme.

Me cambio de acera y no paro de decirme que en cualquier parte podría estar el final, aunque nunca me detengo. Llevo una losa en mi corazón vacío, y me pierdo con cierta facilidad. Los rostros se reflejan en las lunas de los coches que pasan a gran velocidad y lo único que nos dejan es preguntas. De las grietas de las paredes empiezan a supurar dudas. Y nos vemos desnudos frente a las respuestas, que son todas mentiras. A alguien le tocara disimular.

Somos en parte agua y en parte humo como en un incendio mal apagado que se terminara por difundir hasta arrasar con todo. Suenan melodías alrededor nuestro que queremos reconocer pero que somos incapaces de tararear, nos resultan ajenas a nuestras vidas. Como cada una de las calles que recorremos. Perdidos una vez más. Los restos de comida por la mesa, y miles de manos intentándolas de alcanzar. No llega para nada que no sea cigarrillos y mala fe. Sentados por las esquinas, merodeando la peor de las suertes. Manchándonos de tinta los dedos intentando sobrescribir las mentiras que a nosotros mismos nos contamos.

Nos crujen los huesos recordándonos que ya existieron tiempos mejores y fueron bastante negros. Nada que recordar que merezca la pena mencionar. Se quemo la hierba debajo de nosotros, y los mejores años los pasamos huyendo. El calor pudre los huesos, y una parte ínfima de las promesas que nos hicimos. No nos salen las cuentas de los besos que nos prometieron y nos escondemos por los rincones a llorar por cosas que no volverán. Damos la vuelta y somo incapaces de retroceder en el tiempo, asi que nos arrastramos como gusanos en busca de migajas. Sin salir, encerrados  creyendo que así encontraremos algo que nos pertenecía.

Las palabras idóneas se esconden y nos tocas expresarnos con todo el vocabulario cambiado, con aire de perdedor. Groseros, y nos surgen preguntas que no vamos a saber contestar, y nos dejan colgados durante el resto del día, como si fuésemos imbéciles. Tal vez lo seamos. Duelen las heridas pero quejarse demasiado no no va a ayudar en nada. Recordar duele. Volver a pensar en lo mismo y darle vueltas una y otra vez. Nada cambia de color, tan solo se afilan las agujas que se nos clavan en el pecho. En esta ocasión me quedo solo. Sin que exista otra opción. Flores que se abren y caminos que se cierran. Hundido viendo cambiar el tiempo en soledad. Uno perdiendo el control. Solo sin ninguna dirección.

 

Actos inexpicables

Varios portazos sobre mi. No logro escapar de un lugar que no de un lugar que no deja de cambiar pero no deja de ser mio. Se me olvida donde puedo ir o con quien puedo contar. Con el miedo detrás del cuerpo. Nada volverá a suceder de la misma manera. Confundidos por los actos de los demás. Puede resultar una acción cobarde, pero somos incapaces de ver más allá de lo que sucede en nuestras manos. Con las persianas cerradas es más difícil protestar. Nada de esperanza se cuela por las ventanas. Se gastan los útiles en actitudes inexplicables.

No somos capaces de ponernos de pie. Nos escurrimos con nuestras propias excusas. Hace ya un minuto que nos llamaron la atención aquellos que saben que se ha instalado el terror. No podemos dormir. Las madrugadas esparcen sus horas tan solo susurrándonos al oído, fabricados para sufrir. Su nombre se repite una y otra vez. Y lo perseguimos como si significara algo. Hace ya años que le perdimos la pista y nos hace volver la vista por los callejones, como si lo fuéramos a encontrar. Perdidos en medio de la ciudad, dibujando cualquier cosa que se le parezca. Desvarío en varios sentidos, no volveré a andar recto.

Se me ha pegado al cuerpo la costumbre de buscarte, y terminar en cualquier acantilado sin nada que descubrir, con una negativa tuya. No se muy bien para que amanezco y lo hago demasiado temprano o bien avanzada la tarde. Los pasos que doy ya no se dirigen a ningún sitio. Varado. Perdido en mitad de nada. Tras las rejas se encuentran mis seres queridos. Que no encuentran alivio alguno. Con los dedos en carne viva de desgarrarse contra las lijas que les pudieran suponer la libertad. Suenan de diferente forma sus pasos al abismo de cuatro paredes y un baño en el que imaginar el mar.

Elucubrando el mal a cada segundo sin que quede el más mínimo resquicio de lindeza. Las mentiras se entrelazan hasta que se cuelgan del cuello y no nos dejan respirar. Fuiste tu o fui yo, ya no se puede acertar después de tantas partidas amañadas. Amores clandestinos, que saben que no van a olvidarse mientras nos clavan en una cruz. Detalles inconexos que parecen dirigirnos como una brújula rota a la que hacemos caso a ciencia cierta. No paramos de movernos a pesar de encontrarnos encajados en un estado mental infumable.

Se desgasta el paisaje por el uso. Los senderos se encuentran ya viejos, y parecen no querernos llevar a ningún lugar. La conciencia nos lleva a un portal con poca luz en la que podemos desnudarnos, y dejar en el suelo todas nuestras virtudes. Una calavera que nos mira fija, y nos aguanta la mirada fija durante todo el tiempo que dura nuestro vaso. Lo vaciamos con tranquilidad a sabiendas que después vendrán muchos más. Nos guiña el ojo y las arañas nos recorren el gaznate y los recuerdos falsos la mente, como si algo fuera mejor. Mientras nosotros nos consumimos y vamos a peor. El reloj no se mueve en la estación, nada es intocable, fue el primero en sucumbir, solo guía a los perdidos. Como nosotros que no creemos en los recuerdos solo en lo incoherente, hasta vernos fundidos y enredados. El uno con el otro en vena, efímeros y para siempre.