El último día. Dormido. Apenas encuentro la manera de expresarme. Todo desordenado. Una vez más dando la vuelta a la misma idea. Se de sobra que deje mis quehaceres sin cumplir y ahora me toca enfrentarme a todo. Con la cabeza gacha no se.va a ningún lado así que intento mantenerme firme. Vuelan las palabras por debajo de la ropa. Intentamos reconquistarnos. Una tarea más antes que pase el invierno. Pensar en aquellas tardes en que todo se volvió turbio y nadie podía sacarnos de nuestros peores errores. Intentaré que las confesiones me lleven un poquito más cerca de ti.

No nos acordábamos de los acantilados que tuvimos que cruzar hasta alcanzar nuestras miradas. Vistas a diferentes horas que nunca coincidían y nos dan por perdidos, hasta un nuevo siglo, hasta la próxima vez que nunca llegará. Acuérdate un poco de mi cuando estes entre la espada y la pared. Tal vez yo sepa hacer lo mismo cada día al levantarme. Sin encontrar el equilibrio en cada nuevo paso y tropezarme hasta nuevo aviso, sera la manera de encontrarnos. Batallas perdidas que no se cuentan por que no nos caben ya los números. Sobresaltados en mitad de la noche, sudorosos, y sin pensar en nada o en nadie. Vacios.

Pensar en arrepentirnos sin dejar nada al azahar. Encerrados en nuestra cripta personal. Una vez más. Eres mi única estrella y por ello seguiré mirando el cielo y soñando. Dejando las estaciones de tren atrás. Desnudo me meto al mar a la vista de todos, intentando buscar un poco de soledad. Cambio de ritmo y me mezco en mitad de la playa. En una de estas con un poco de suerte nos mojaremos los pies juntos y podremos hablar de todos los problemas que nos incumben. Pero las nubes lloran y se empeñan en mezclarse con nosotros mismos.

Los consejos que nos dieron hace años nos resuenan en la cabeza, puede ser el momento de hacerles caso. La moneda cayo del otro lado y seguimos caminando a nuestra manera. De todas formas sigo estando aquí esperando a que la suerte nos junte de nuevo. Siguiendo huellas. La fortuna es extraña y más para aquellos que le hicimos ascos al paraiso, no merecía la pena entrar solo. Parecía un lugar inhóspito sin alguien a quien acompañar. El ángel de la desidia volviendo la vista nos clavo su mirada con ganas de repetir la visita. Otra situación con la suerte cambiada. Yo metido en mis trece, empeñado en el eco de tu voz. Reflejados versos en el cristal, como me dejo marchar. Ahora solo de tu mano soy capaz de caminar por este valle donde se seccionan las lágrimas. A tu lado una vez más. Sin final.