El tiempo transcurre en nada. Su forma de medirse son las veces que doy la vuelta en la cama. Hace tiempo que me dejaste sin sueño, tardo en encontrar las ganas. Viajo sin apenas moverme del sitio, y ni siquiera se adonde voy. Las manchas se almacenan en el alma. Se confunden con lo que pienso. Soy incapaz de encontrar un lugar donde sentirme tranquilo, y las fechas van pasando de forma alterna en mi calendario. Ando confundido entre un paso y otro, así que me cojean las ideas, que caminan sórdidas entre mis oídos. Que se han quedado sordos. A nada que no sean las voces que golpean mi cabeza.
Discuto frente a un y no me reconoces, me obligo a dar media vuelta y volver a andar con tibieza por encima de tus pensamientos. Todo lo que te digo empieza a significar nada. Te persigo, a ti y a tus olores, y me quedo parado en cada esquina esperando una señal, por pequeña que sea. Y siempre me lleva al mismo callejón.
Suenan campanas, y nos alumbrar la mañana. Ahora las huellas que tenemos detrás nuestro nos van marcando un camino que no debemos volver a repetir. Hierve la sangre y sus gotas secas sobre las manos nos hablan de un mañana que no existe. Que se esconde detrás de los cristales donde te debo encontrar. Intenciones que nos petrifican. Me rompo en pedazos y solo espero que alguno se quede clavado dentro de ti. Y en tu melena donde vivo. Todo parece impedirlo, y quieren condenarnos a no entendernos, pero vamos a dar una vuelta a la rueda hasta que muela nuestros huesos y sean tan solo uno. Un polvo que respiramos y que nos lleva arrastrados hasta los peores lugares, acurrucados en los rincones.
Botellas vacías de deseos. Nadie quiere pujar por ideas de otros, y mucho menos por sus delirios. Congeladas las intenciones de ir a otro sitio que no emane desidia. Mecheros que solo encienden velas, en frente de los reclinatorios, olor a incienso que intenta tapar el rancio. Promesas que no se cumplen, y anhelos que son quemados nada más entrar en la habitación. Todo disuelto y, bebido delante de los altares. Voces que se repiten dentro de mi cabeza. Lo que nos persigue va dejando rastro, y nos relame las manos, borrándonos los recuerdos, clavándose como astillas entre los dedos. Nada falta ahora que me escapo, y somos uno a pesar de las heridas.
Son recuerdos y ellos nos acompañan, sin que puedan separarse de nosotros mismos. Se nos enredan en los dedos y en los pasos que vamos dejando atrás. Da igual que te tuviera en mi memoria y eso fuese modificando todas mis decisiones, debo de seguir luchando por tenerte a mi lado. Encontrar la mejor versión de nosotros mismos y echarla a perder con el devenir de los días por que no te encuentro. Pararse a pensar y sentirse vacío. Lo que teníamos y lo que tenemos, todo se diluye. La primera vez que te vi y al volverme no estabas, con ello se me partió el alma, tuve que acostumbrarme.
Sin parar de ponerle precio a la libertad, por la que nos reconocimos. Dando pasos de enanito hacia ella. Tengo atadas las manos y el cuello. Me impiden seguir, pero por ello no paro de soñar ni de tirar fuertemente hacia donde te encuentras, deshaciendo nudos y desgastando la correa que me ata. Se hace imposible tenerme en un sitio demasiado tiempo. Me escapo y vuelvo a enloquecer. Lo único que me mantiene mínimamente cuerdo es el eco de tu voz, que se diluye con los segundos que nos separan. Bailas dentro de mi cabeza y no puedo parar de moverme, como la primera vez. Como tantas veces. Ahora no se donde ir. Tan solo sigo tu rastro.
Nuevos retales en la memoria. Todos hablan de ti, y de como vamos a aplazar nuestra ejecución. Podríamos poner palabras a los pensamientos, pero solo me sales tú. Y soy incapaz de cambiar la dirección de mis pasos. A donde no estuvimos no podremos volver, pero a estar juntos volveremos a cada instante, a cada momento. En los sitios imposibles nos despistamos y, nos perdemos viendo como se nos persigue, y son las patadas en la cabeza las que me recuerdan que no estoy hecho para estar metido entre cuatro paredes. Imposible de mi. Viviendo en los tejados desde donde te puedo divisar. Donde los significados cambian. Distraido.
El aire acaricia mi pelo, y dejo que me calme ante que me vuelvan a morder como un perro de presa la locura. No hace daño pero se me eriza el alma. Las luces tintinean y se funden a nuestro paso, como un rastro que no deberíamos de volver a seguir. Cenizas que se abren paso a través de las heridas y escuecen. Siempre hay que elegir un lado, y nosotros andamos entre el abismo de ambos, en algún momento debe de caer la sucia moneda. La suerte mentirosa nos posiciona y vamos a contracorriente. Ahora va llegando el momento de decidir, y se nos pasan los minutos entre besos. Lo que vino por nosotros no deja de insistir y nos agarrota las manos. No se puede ver pero la vida se nos queda oscura. Nos obstinamos, medio dormidos. Totalmente enamorados. No vamos a desistir. Aguantamos pendientes de un hilo. Para siempre juntos. Sin un fin por escribir.
Aguanto mis sueños. Incapaz de cumplirlos. Me doy media vuelta en mitad de camino sin tener una idea muy clara de hacia donde voy. Me limito a seguir tu voz. Y voy dándome golpes con todo lo que encuentro en medio. No lo tengo muy claro. Aplasto mi cabeza contra las piedras intentando sacar alguna idea más, pero me encuentro vacío. Pierdo el equilibrio y lo único que encuentro son tus palabras que me van marcando el camino. Me faltan fuerzas pero no paro. Ando despacio por medio del sendero dejando que se pose mi calavera en mitad de las cunetas.
Mi mano se alza pidiendo algo que todavía no se que es, así que doy la bienvenida a todo lo que viene. En ocasiones un pellizco que me empaña la cara y me ahoga. No todo puede ser bueno, y menos buscándote en mitad de la oscuridad como llevo haciendo desde hace tiempo. Con el tintinear de las copas me animo. Arde dentro, crepitándome las ganas y me restan los pasos que doy, como si lo hiciera a contracorriente. En un desfiladero con los pies cortados sin preguntarme por el final. Bolsas de basura infectas me cubren de vez en cuando los huesos y me impiden dar un solo paso por el sendero, en esos momento recuerdo tu nombre y los sonidos que haciamos juntos. Contra todos.
El destino no nos deja forma de escapar, y es necesario que me sujete los huesos que se me despegan despacio. Voy directo a hablar contigo y no te encuentro, desde entonces empece a forjar mi destino. No se por donde sale el sol, y me falta el aire. Pero pienso lanzarme al frío hasta que podamos entrelazar las manos y despojarnos de todos los tótems que nos cuelgan del cuello, para partir desnudos. Tropezamos con el silencio que nos confunde de nuevo y vamos por el más torcido de los caminos para poder dar un solo paso. Ya sabes que estoy helado y me es imposible pensar con exactitud.
Lo que se cuenta es casi todo mentira y nos toca refugiarnos en mitad de nuestros propios pasos prohibidos. Confundimos la suerte y el azahar, encerrados en nuestros propios bulos, sin poder dar un solo verso más al viento. Ya cascados y con poca fe en lo que hacemos. Intentamos dar una nueva vuelta a nuestro destino como si eso fuese posible. Al doblar las campanas no debería de quedar nadie. Y permanecemos delante de un espejo esperando que algo suceda. Atravesar puertas hasta que damos con nosotros mismos Y volvamos a huir juntos hacia cualquier lugar por infecto que parezca. Si te atreves, yo me atrevo. Donde antes nos clavaban flechas en mitad del pecho y amenazaban con quemarnos vivos. Ahora haremos hogar. Nuestro territorio. Contra todos.