Aguanto mis sueños. Incapaz de cumplirlos. Me doy media vuelta en mitad de camino sin tener una idea muy clara de hacia donde voy. Me limito a seguir tu voz. Y voy dándome golpes con todo lo que encuentro en medio. No lo tengo muy claro. Aplasto mi cabeza contra las piedras intentando sacar alguna idea más, pero me encuentro vacío. Pierdo el equilibrio y lo único que encuentro son tus palabras que me van marcando el camino. Me faltan fuerzas pero no paro. Ando despacio por medio del sendero dejando que se pose mi calavera en mitad de las cunetas.
Mi mano se alza pidiendo algo que todavía no se que es, así que doy la bienvenida a todo lo que viene. En ocasiones un pellizco que me empaña la cara y me ahoga. No todo puede ser bueno, y menos buscándote en mitad de la oscuridad como llevo haciendo desde hace tiempo. Con el tintinear de las copas me animo. Arde dentro, crepitándome las ganas y me restan los pasos que doy, como si lo hiciera a contracorriente. En un desfiladero con los pies cortados sin preguntarme por el final. Bolsas de basura infectas me cubren de vez en cuando los huesos y me impiden dar un solo paso por el sendero, en esos momento recuerdo tu nombre y los sonidos que haciamos juntos. Contra todos.
El destino no nos deja forma de escapar, y es necesario que me sujete los huesos que se me despegan despacio. Voy directo a hablar contigo y no te encuentro, desde entonces empece a forjar mi destino. No se por donde sale el sol, y me falta el aire. Pero pienso lanzarme al frío hasta que podamos entrelazar las manos y despojarnos de todos los tótems que nos cuelgan del cuello, para partir desnudos. Tropezamos con el silencio que nos confunde de nuevo y vamos por el más torcido de los caminos para poder dar un solo paso. Ya sabes que estoy helado y me es imposible pensar con exactitud.
Lo que se cuenta es casi todo mentira y nos toca refugiarnos en mitad de nuestros propios pasos prohibidos. Confundimos la suerte y el azahar, encerrados en nuestros propios bulos, sin poder dar un solo verso más al viento. Ya cascados y con poca fe en lo que hacemos. Intentamos dar una nueva vuelta a nuestro destino como si eso fuese posible. Al doblar las campanas no debería de quedar nadie. Y permanecemos delante de un espejo esperando que algo suceda. Atravesar puertas hasta que damos con nosotros mismos Y volvamos a huir juntos hacia cualquier lugar por infecto que parezca. Si te atreves, yo me atrevo. Donde antes nos clavaban flechas en mitad del pecho y amenazaban con quemarnos vivos. Ahora haremos hogar. Nuestro territorio. Contra todos.