Ando aburrido por las calles, previsiblemente todo a ocurrido y no ha dejado nada a la imaginación. Solo puedo dar pasos, uno detrás de otro que me descubren un vacío apenas existente hace unos minutos. Debo de descubrir lo ha de llegar, que sinuoso se atreve a empezar un nuevo camino. Me enseña lo que hice y no debo de repetir por mucho que este en mis genes revolver los mismos problemas. Todo se apaga y me ilumino con una vela. Son las sombras las que me reconocen y salen de cada recoveco de mis manías. Se entrelazan y van dando lugar al siguiente minuto donde me sumerjo, y empiezo a ser yo mismo.
Lúgubre y rancio nos persigue algo parecido al tiempo pero empiezo a despegar los pies del suelo. Sin dejar que nada me toque. Empiezo a vislumbrar los días como la repetición del mismo. Hasta que apareces y vuelvo a sonreír. Todo se me queda escaso a tu mirada. Vuelvo a pelear contra todo lo que se me pone delante y soy incapaz de razonar. Cada momento cuenta y lo pierdo en una espirar de temores que me devora por dentro. Volver se convierte en una primera necesidad que somos incapaces de resolver.
Me guardo cosas para mi mismo, que yo ni quisiera conocer. Se me acumulan para pedirme redención. Van pasando los segundos y las venas se me vuelven de piedra. Lo que me recorre el cuerpo es una angustia que se mezcla con incertidumbre. Nada quiere cambiar y sin embargo nada permanece. Vamos dando vueltas, y esa especie de marea es nuestro estado natural. Lo que nos persigue se hace más mezquino y vuelve negro todo lo que toca, de unos tonos oscuros que nos ahogan. Un último suspiro que se nos lleva para que no podamos levantarnos más, mordiendo el polvo de nuevo.
Saltan las chispas cada vez que alzamos el vuelo pero no pensamos en retroceder en busca de algo que hace ya tiempo nos taladra el cerebro. A trozos vamos avanzando , dejándonos la piel en cada pedazo de tierra conquistado. Lleno de humo y ceniza aparece el suelo, nada desea que podamos seguir dando pasos hacia nuestro destino, que se va volviendo clandestino y se refleja en los charcos, donde se diluyo nuestra intención. Cada vez más disoluta. Aprietan las intenciones y me niego a volverme, a cavar un agujero donde esconder la cabeza. Cuando todo se mofa de nuestras ineptitudes e intenta volcarnos boca abajo yo alzo el vuelo y, me agarro a ti para pasar el resto del tiempo y te dejo que te cuelgues de mi. Sin ataduras.