Me tengo que imaginar mucho tiempo atrás. Volver a un pasado que ya esta casi olvidado para que las cosas tiendan a caber en su propio sitio. Nunca he pasado más de tres noches de hambre carnal, soy un pequeño cazador que se da asco a si mismo. Siempre impregnado de los efluvios más horrendos y de los peores pensamientos. Entre gritos y susurros yo me pierdo comenzando la noche con un nombre cualquiera. Errores que se repiten una y otra vez. Sin descanso. Y con todo tipo de impunidad. Sin ningun aire de remordimiento. Tan solo el ruido de las calles mientras huimos.

Podridos por dentro somos capaces de avanzar paso a paso mientras se deshace en nuestras manos la cera de las velas que nos alumbran en las tropelias más dulces. Que mas da lo que podamos imaginar si somos capaces de estropear lo más bello en segundos. Sin que decaiga el derroche. Mirando el cielo, el aire es más denso. Pareciera que aquí va a llover. Algo que purificara las calles pero no los recuerdos. Estamos metidos en la cabeza de los inocentes, como la peor de las pesadillas. Mares de cristal que nos corta en los costados y nos hace imposible avanzar. Rezumando bilis. Lo peor de cada uno.

Empezamos de cero en cada esquina, en cualquier recoveco. Y aun así hay quien no puede soportar nuestro nombre. Como una obligación nos agacha la cabeza contra los adoquines, y empezamos a rastrear el hedor. Parece como si un coro de ángeles de caras marchitas nos persiguiera cantando con voces apagadas. Que se adormecen y a la vez escupen los peores improperios, reconociéndonos. Mirándonos a la cara. Imposibles de parar. Comienzo a gritarle a los astros, algo tendrán que explicar si nos acompañan cada vez que nos sumergimos en lo peor. Capta el más leve de los movimientos de mis manos y no me dejan avanzar sabiendo que es lo que pienso, y me quito su peso y los vuelvo cómplices de todas y cada una de mis atrocidades.

Se me queda corta la oscuridad y busca socios a los que torturar de poco en poco. Lo que sea por un nuevo grito. Por una lágrima de sangre. De nuevo convertido en bestia, precisa y cruel. Todo prece desordenado, pero obedece a un caos organizado, el del más asqueroso de los ritos. Donde nos encontramos cómodos. Nos agarramos con fuerza de las manos, caminando sin un rumbo fijo. Se puede perder el control. Nada obedece a ninguna fuerza benigna. Nuestras mentes confusas. Y pensar que una sola gota de tus besos valdría para redimirme. Para cambiar el cieno por piedad. Agase.
