Me cuesta recordar. Soy incapaz de saber que sucedió más allá de ayer. Todo me pasa de refilon y así es imposible de saber cuando me equivoque y deje de lado todo en lo que creía, tal vez un pisotón en mis propios principios. La certeza es algo inverosímil para mi. Todos mis antecesores me señalan con el dedo y no se me ocurre otra cosa que increparlos. Mirando a un sitio fijo durante hora como si algo fuese a cambiar y lo único que se oxida soy yo. Tal vez Judas se quedo pequeño en una escena parecida. Lo que finjo no me reconforta así que voy un paso adelante por mis propios convencimientos, sin hacer mucho caso a lo que me dicen.

Los amigos que se quedaron atrás vuelven a mi como en un sopor que no puedo apartar de mi, y hacen de mi conciencia. Me cae sudor frío. Mi cuna fue de cristal y al escabullirme de ella no puedo evitar clavarme sus filos y desangrar mis ideas gota a gota. Ahora apenas puedo mirar a la zaga. Aprendiz de toda clase de bastarderías que no tienen sitio donde proceder, me deshago en las calles y tomo lecciones de los peores, que van alimentando mi ego y pedantería, lo que es mi tez oscura. Voy cambiando cada día. Cada hora diferente forma de proceder.

Voy loco, o por lo menos eso piensan los diferentes expertos que me ven. La ciencia y yo no casamos. Por lo visto me faltan dos dedos de frente y a eso no hay remedio. Yo me dejo guiar todavía por las luces que dejaste encendidas a la media noche. Algún día se que deberé volver. Los reyes de bastos no perdonan y cuando persiguen mi sombra no se conforman con golpearme la espalda fuerte, se alimentan de mis gritos, de mis peores pesadillas. Y es así que tuve una revelación. Podría cruzar el mar y ahogarme en la corriente que aun así seguirían detrás pidiendo mi cabeza para partirla en tres y devorarla. Ahora ando a dos pasos por encima del suelo, sin apenas recordar nada, pero con el viento de frente.

Me confundo a menudo, no es más que una cicatriz. Un pájaro que vuela libre y no se acuerda más que de volar donde le place. Mojadas las ideas que nos propusieron nos atrevimos a ser leyenda. Nada podría terminar de otra manera que no fuera con nosotros con los pies por delante por todos esos bastardos. Cambio el paso y me rehuyo a mi mismo, a lo que intente que digan mis palabras, como una ofrenda a lo bendito por tus manos. Saben donde encontrarme, yo como casi siempre altivo y tirado al mismo tiempo, intento adivinar mis próximos pasos, pero ni siquiera yo los conozco. Graduado en la ciencia del desacuerdo. Lo único que quiero es desfallecer en tus brazos. Que volemos juntos, otra vez.
