Susurros

Con el sueño perdido. Dando cabezadas contra las paredes. Incapaz de dormirme por ser un pájaro de mal aguero. Repito las mismas frases dos o tres veces sin ser consciente de ello. Hace tiempo que no veo la cama, y la última vez que me tumbe en una era la de un fakir. Me hundo en la tierra y soy incapaz de dar un solo nuevo paso. Todo lo que me ocurro me parece haberlo vivido hace tiempo ya. Mis amigos me ahuyentan con los mismos consejos manidos incapaces de darme por vencido.

Miro al suelo como si algo se me hubiese escapado, algo que se me escurre entre los dedos y deja una marca en mis manos y en mi frente. Marcado sigo el camino. Una línea cortada. Un teléfono que suena. Cuando lo coges, lo único que suena son suspiros y frases de despedida que se me clavan como flechas, que se hunden hasta lo más profundo de mi pecho. Sigo el sendero de los susurros, pronunciados por extraños. Donde me lleven me da igual. Atormentado bajo la luz de una farola, dando un paso tras otro. Como un penitente.

Han dictado ya una sentencia, y en ella se puede ver brillar mi nombre. Mi versión más trascendental no piensa llevarles la contraria. Empiezo a acumular negrura bajo mis sienes, y algo de vacío dentro de la cabeza. Nada me va hacer cambiar de parecer. Una gota más sobre mi cabeza como en una tortura china que me pretende desgastar, y no hago mas que seguir el sendero que me dictan mis malos recuerdos. Llega algo parecido al calor a mi, el deshielo de los sentimientos que tenia perdidos, y me ahogo en el último trago. Mezclar whisky y batallas perdidas comienza a ser algo normal y soy incapaz de tomarme el pulso que ya ha comenzado a desaparecer.

Tal vez sea la última historias que sea capaz de contar. Algo que se queda dentro mio y no me atrevo a predicar, que ha permanecido tan adentro que no se atreve a ver la luz. La razón por la que antes de ayer lloraban los ángeles. Un sitio y un motivo que antes era capaz de reconocer y ahora me gira el rostro para darme un postrero saludo. Cambian las horas y a mi me pilla con el paso confundido. En horas oscuras donde me tropiezo cada dos por tres, y soy incapaz de reconocerme en el reflejo de ese cristal sucio. Acepto la soledad. El momento en que no queda más que la escarcha. Solo, sin reconocer ni donde estoy ni donde estas. La enésima vez que soy incapaz de saber volver. Sin reconocer tus huellas.

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