La caída

Amanece un nuevo día. Debemos empezar y no se por donde. Todo se me atraganta. El sueño no termina de disiparse, y los anhelos no se cumplen. Ojala descubriera de que material estoy hecho y pudiera así llegar a comprenderme. La caída hacia abajo es imparable, y el suelo se abre para que impactemos mucho más al fondo. Se cambian las posiciones y atravesamos los momento que no quisimos vivir. Todo nos duele, y no podemos evitar ese momento. Volvemos despacio y lento, en la traquea todos esos instantes que nos fueron quitando la vida de poco a poco.

Intentamos abrir las alas, y nos resulta imposible, están polvorientas y raídas. Ya nada puede parar el golpe. Los topetazos de la vida nos esperan para volver a revivirlos de uno en uno. Y dejarnos ir. La firmeza con la que intento afrontar cada nuevo lapsus se toma sus propios rehenes. Mi conciencia desaparece. Es lo primero que cae. Destrozado y sin ninguna explicación debo de enfrentar el nuevo amanecer, y algo que parece que se agria. Nada por lo que luchar si nos descartamos el uno al otro.

Se que lo que quieres no tiene ningún tipo de solución. Así que vamos a vagar por este desierto lo más solos posibles. La medicina que necesito no la voy a encontrar a estas alturas. Los lugares más extraños no pueden ofrecerme su redención. Tan solo las pesadillas acompañan mi camino. Y la sed se multiplica. No hay nada que calme mi cuerpo. Mi alma se encuentra encarrilada hacia ningún lugar. Hacia ese tipo de destino donde todo se rompe nada más nombrarlo. Me quedo sin saber por donde me vienen los golpes, y los recibí uno a uno en la cara. Caí. Hasta que mi cuerpo no pudo más. Puede que todo se rompiera. Y no supe reaccionar.

Tu nombre se repetía por todos los callejones y no pude evitar seguirlo como a una presa y volverme a llevar la decepción de no encontrar nada detrás de la leyenda. Excepto los últimos dolores. El penúltimo estertor ante de vomitar mi propia esperanza. Algo debería de pasar, nada por casualidad. Me note con los dedos rotos, y no pude tocar el final. Algo que se clava en la garganta. Y no nos deja esperar. Los fantasmas del recuerdo nos acechan, yo me quedo solo sin nada en que confiar. Todo se ha roto ya.