Nos desviamos creyendo que vamos a encontrar lo mejor y lo único que conseguimos es confirmar que no teníamos ningún camino. Todo patas arriba en nuestras cabezas. Cambiamos de dirección cada por tres por un espejismo que nos explota en la cabeza. Leemos los mejores poemas y los dejamos atrás, se nos atragantan en las cuerdas vocales intentando cambiar el mundo que no nos hace ni caso. Y explosionamos por dentro, no nos permitimos el lujo de dejar nuestras vísceras pegadas a los azulejos de la cocina, que nos ve despertar con cara de moribundos.

He cambiado el paso y todo me parece oscuro otra vez. Se repiten las mismas formas de morir y las avergonzadas formas de maneras de mantenerse con vida. El mismo tío vivo que nos va a ver desaparecer sin pena ni gloria mientras lo que se pudre son nuestros adentros. Suena una música que soy capaz de reconocer. El silencio del verdugo que obedece a sus sentidos más primarios, y a la extraña obsesión de embolsarse unas monedas más en el bolsillo. Todo tiene que acabar pero que hace en el momento más inoportuno. Lo que se nos escapa no vuelve nunca más.

Me invento la manera de aguantar un día más. Sin demasiadas florituras. Lo suficiente para mantener el paso. Y pareciera como si se quedara inmóvil todo, incluidas las personas. Todo es un decorado que se funde a negro justo ante de reventar, y convertir en ratones infectos a todo ser viviente que se deshacerá en enfermedades que te derriten los órganos internos. Los ojos en blanco por todos aquellos que no queremos reconocer. Las purulencias de nuestro propio fracaso. Me asomo por la calle a las casas ajenas, aquellas que han dejado la ventana abierta para combatir el calor que les derrite y puedo comprobar como se amodorran los cuerpos delante del televisor al comprobar la realidad.

Un todo que nos engulle y no permite que cierren las heridas, bañadas en sal. Un silencio que llega después de atronar nuestros oídos con las peores palabras malsonantes que nos definen, y nos dejan estáticos. No sabemos lo que significa tan solo que estamos en llamas, y es imposible apagar el fuero interno. Creemos que nos darán una nueva oportunidad al día siguiente y podemos observar como todo ha fenecido ya. Inerte y parado se encuentro todo lo que conocimos. Se autodestruye. No queda la más mínima esperanza entre las horas que nos recorren la piel. Ya queda nada diferente. Tan solo la suerte de conocerte. Y dar vueltas…

👍👍👍
Me gustaMe gusta
Gracias de corazón
Me gustaMe gusta