PASEOS AL HUIR DEL TIEMPO

 

 

Encesto, de vez en cuando, no soy tan bueno a tiempo completo, en mi papelera, bolitas de papel, no siempre escritos fallidos, pues estos estos se remiendan con un poco de gracia, teniéndote en mente y con el sueño tardio, que nos acompaña con esas imágenes oníricas, y desproporcionas sobre cualquier tema. 

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Una partida de badmintong  en el que la pluma tan lenta e inocua, es capaz de cruzar la red en cualquier momento, y te aturde con su lentitud, hasta que un jugador experto te muestra sus habilidades de algo tan simple como tonto, la esgrima de campo, un duelo de pantalones cortos y césped.

 

Me prometo a mi mismo llenar las hojas, como si fueran desechos del otoño, en las que todas hubiera algo que contar, pero al ser de prestadillo no se pueden desaprovechar, asì que en cada una pongo un nombre una estación de tren, en las que por equivocación en vez de cruzar rápido el anden  con la intención de volver a su ruta y dirección, en las que en ocasiones se para confuso y observa. Lo absurdo, el colmo, son esas en las que no hay ni cafeterías ni una estafeta decente con personas , sino una máquina antigua y con más fallos y golpes, que cualquier atrezzo de una película de serie «Z»., ni siquiera una dispensadora de golosinas, las chocolatinas si tienes suerte en estos sitios son dignos de colección y mejor no sacar del envoltorio pues han pasado inviernos y veranos , desaciendose y congelándose pasando del trópico al glacial de forma que su interior digno de estudio podría convertirnos en super-heroes o en meros personajes salidos de la mente de Borroughs ( los héroes podrían ser las quienes nos atendieran o directamente nos practicaran la tanatopraxia tras la ingesta ). Tanto color contrastado solo sería digno de ul televisor última generación allende.

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De una u otra manera de vez en cuando terminas en esas estaciones, y no existe nada, excepto la gente que se transforma en personas, y no se sabe como llegaron allá, podrían ser una tribu o haber perdido un tren como servidor, pero cada uno tan diferente.

No existe nada alrededor, que indique vida e incluso así, están allí reunidos esperándo un tren que pasara dentro de hora y media o con suerte en unos noventas minutos. Cambio de andén en el regreso a mi estado natural es más rápido menos fortuito, en unos 15 minutos me tendrá de vuelta a una civilización que me añora , que me olvida y que me quiere a partes desiguales según el día.

Cambio en el túnel y al fin y al cabo quien quiere preguntas para siempre; salir a mirar , aunque solo sea una miradita, que es lo que puede haber fuera que congregue a a tan poca gente, y tan selecta. Fuera un descampado ( algo se construía con el tiempo ) y unos edificios itinerarios lo que vienen a ser oficinas de poca monta, casi venidas a menos, pero con grandes carteles modernos, que se niegan a una quiebra inmediata y lo que parece un colegio, un instituto mejor dicho, algún restaurante exótico  ( donde el menu incluya lagartijas cuchifritas e insectos del tiempo, eso si pan que no falte, y vino pá los monaguillos, si es que quedan ) . El único bar aparte de este debe de llevar cerrado tanto tiempo que su descolorido cartel de se vende solo se intuyen los colores fluor, que han dejado pasó a un pastel broma tipo tarta payaso.

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Antes de que me envuelva, lo que veo, me vuelvo a lo que parecía una estación y ahora no es más que andenes con un semáforo y paso a nivel. Vuelvo por donde vine, ahora tampoco tengo claro que trenes pasan, ni a que horas lo cojen esa gente extraña; un chico joven que había confundido ahora esta en mi vagón, tan perdido como yo antes, zapatillas rotas, pantalones caídos. Pasa y vuelve la mirada y al ver al resto, se queda colgado sin ver exactamente, sin saber llegar a casa.

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