Escondo mi cara con el temor de andar solo para siempre, paso frío y me empequeñezco. Perpetuamente fue lo mismo, en ocasiones dándome la vuelta a mi mismo. Me quedo en blanco y soy incapaz de proseguir mientras los elementos me comen de poco a poco. De repente la locura quiere recordarme quien es mi dueño, y me zafo a consecuencia de nadar contracorriente. No paro de recibir llamadas de gente que no conozco y que me piden cosas a cambio de devolverme la lucidez. Lo único que recupero son mis vicios y la capacidad de cerrarme puertas en campo a través.
Dejo pasar los vasos llenos en cuyo fondo puedo ver tu nombre escrito. Ando perdido. Las palabras se me confunden y desconozco su significado. Diga lo que diga siempre me refiero a ti, y me repito con una cierta falta de cordura. Me refresco la cara intentando ver el camino , y puedo notar como se me abren las carnes. Se me cuela entre ellas el desamparo. Guiño los ojos al tiempo y me devuelve lágrimas desde las que no puedo verme difuminado frente al espejo. Las horas pasan y van llenando señales de señales negras mi cara. Los relojes se atrasan para que pueda llegar tarde, en calidad de imputado a tus desvelos.
Parece que estuvieran ya escritos los destinos. El mio se empeña en ahogarse en un lago con los bolsillos llenos de piedras. Efervescencia en mi cabeza que se diluye hasta desaparecer. Vuelvo a pensar con el hígado y el corazón. Buscando un rumbo fijo que se tuerce a cada instante. Ruidos que se meten en mi cabeza, tal vez no me funcionen los hemisferios, que dan vueltas sin parar en busca de algo que nunca van a encontrar. Justo tirado en una esquina otra vez puedo ver lo que me espera y lo miro de frente. Lo que necesitamos y lo que pedimos no suele ser lo mismo.
Por mitad del suelo repto y me columpio de las barbas de todo aquel que no quiera aceptar mis reglas. Me da vértigo andar siempre en punto muerto. Vuelven a perseguirme las mismas ideas y detrás de ellas esa especie de gigante que quieren comernos por los pies. Sin preguntar, con la extraña manía de fagocitar todo lo que huele a persona que intenta nadar en sus indefensiones. Soledad y desengaño que se intentan agarrar a la garganta, van dejando un sabor de boca a perdedor que nos negamos a consumir. Me persigue y le planto cara sin pedir en ningún momento perdón. Bailando solo entre paredes acolchadas. Bañado por sus miradas incongruentes. Algo que nos intenta tocar. Si supieras lo que te echo de menos nunca me faltarías. Lo intentan. Pero giro la cabeza y ahí estas tu.