Con los ojos vendados siento de repente el agua en los pies, es el mar, desde el que llego después de atravesar una puerta. Despertar no es la primera opción, primero me quedo parado sin poder pensar, noto como mi cuerpo se esparce y yo no puedo hacer nada. Cuando por fin me desvelo puedo notar los dedos que recorren mi cuerpo, en busca de algo que me niego a darles. Mi mediocridad se partió y dio lugar a una luz espectacular. Nada que pudieran entender a la primera. Excepto tú. Quedan tantos planes por realizar. Mudo, sin ningún tipo de voz, mudo y cambio de piel.
Sigo con la marcha que toca las trompetas que intentan que me vuelva un buen chico a su parecer. Y no puedo cambiar. Busco en el fondo por si acaso quedara algo de lo que sucedió ayer, y el cielo plomizo quiere aplastar todo lo que puedo recordar. Todo se acaba, hasta el pánico, pero tiene un largo camino que recorrer. Apretar los dientes y hacer sangre antes de terminar. Volvernos locos por momentos si quieres alcanzar la cordura. Arrastrarse por el suelo antes de volar. La excepción que rompe la regla empieza a moverse por mi interior.
Viajo a lugares lejanos que nos prometen una paz que nunca logramos alcanzar, y lo único que consiguen es que me rompa la voz. Llamándote. La bruja del este aprisiona mis ganas, y consigue que día a día vaya tocando fondo. Saliva que tropieza con la tierra. Mi calavera escupiendo la tierra con la que choca. Tazas calientes de donde se bebe la sangre que corre por mis venas, un paso más para verme aterrizar contra el suelo. El tiempo carece de sentido, aquí parece que solo viene hacia atrás, para vernos nacer en penumbra y entonces ahogarnos con nuestro propio cordón umbilical. Ser solo un sueño que jamás llego a producirse. Ahora me escapo por la ventana sin dejar esperanza a la oscuridad que nos cubre. Al abrigo del frío que nos coge por los tobillos.
Crímenes que nos persiguen, de los que somos testigos y no podemos hablar. Tantos sitios que nos aseguran un cobijo caliente donde dormir y no lograremos despertar. Si no somos cómplices de todos sus llantos. Fuimos perseguidos y nuestro anhelo se tiño de negro. Y vemos como se hostiga traduciendo las primaveras en otoños con la solitaria en la tripas, comiéndonos de poquito a poco. Intentamos medir el dolor. Los dientes clavados en la raíz, las sienes sangrando en frente de un ataud. Se nos intentan llevar. Cavando nuestra propia fosa. Me escapo dejandoles a deber la vida. Contigo. Sin el más mínimo afán de pagar la deuda. Contigo, así me descubrieran.