En el suelo enchufes
Se agacha tibia y lee todo lo que se encuentra tirado, sean notas de los niños que gozan de gran imaginación, o todo ese tipo de publicaciones que hace tanto tiempo dejaron de publicase y en especial, de tener adeptos. Ni aquellos que las tenían aprecio, o en un pequeño pedestal son capaces de agacharse para volver a sentir ese pequeño escalofrío con el que se que se quedaba el cuerpo después de tenerla en sus brazos, al menos durante los 2 días siguientes. El sótano de esa casa era una pequeña biblioteca de los horrores para los cerrado u obtusos de mentes. Aunque llevase cerrada unos 4 lustros. Lo que allí se contenía pareciera que tuviera vida, mas allá. Conversaciones pegadas a las paredes, a las que se les atribuían poderes anti-mágicos.
El piso bajo había permanecido mucho tiempo cerrado herméticamente y nadie se había molestado en abrir. Se rumoreaba que por allí habían pasado gentes con diversos antecedentes penales, categorías a elegir y diversos tipo de cargos: atracadores que salieron mal parados de su «palo», y la mayoría cumplían condenas astronómicas en países del caribe.Un ojerizo con delitos de sangre que se estuvo escondiendo de la policía durante meses mal agüero, y un joya, que mataba a todo aquel que le llevaba la contraría en las apuestas que hacia, ya de antemano trucada. Unos anarquistas patrios que se dedicaban a imprimir fancines y teorizar sobre el poder y la inutilidad de las urnas. Tenían por lo visto tres casas okupas por el país. Al final se lo quedo un falsificador de timbre y moneda llamado Lucio, que lo hacia por diversión, y ayudar a causas que consideraba justas.
Después de tanto tronio la casa fue clausurada y todo fue a pasar al imaginario colectivo. Pues a decir verdad nadie fue capaz de demostrar nada. Fue lo que la Policía y Guardia Civil dijeron que se creía podía haber servido el lugar en cuestión pero nunca se pudo demostrar nada, ni pillaron «in fragantti» a ninguno de los supuestos.
La historia estaba impregnada en cada trocito de la pared y suelo y a Violeta le dio por no dejar que se evaporara el tiempo con ello. Al menos que la susurrara un poquito al oído que le dijera algo, pequeño, bello. Algo de lo que pudiera estar orgullosa de saber, un secretillo, de ese bajo que acababa de invadir. Lo visitaba por segunda vez. La primera se colo por la puerta trasera y no tardo mas de minuto y medio en salir corriendo, los apagones de la linterna y su propio miedo provocaron, que saliera corriendo, sin apenas acertar el camino. No noto ninguno de los múltiples golpes que se hizo y, que al día siguiente se tornaron en moretones. Era incapaz de olvidar el olor de aquella casa, quería volver. Empezaba a sentir lo mismo que con un novio primerizo. Podría haberlo planeado mejor, pero lo único que hizo de antemano fue llevar más linternas de las necesarias y, más molestas de lo que permitan la imagen de una chica normal y. Presentarse con el suficiente tiempo para estar allí más de 3 horas, y asegurarse de llevar la escritura de la casa que la haría dueña pasado mes y medio.
No era capaz de esperar tanto. Una vez derribada la puerta trasera la última vez, el camino era extremadamente fácil, si no de dejaba llevar por el miedo. Una vez allí durante mes y medio seguiría la tarea de su abuelo, «clik, clak». Lucio, si supieras lo que aprendí de ti. Falsificar durante mes y medio. Billetes para necesidades ajenas ( y ciertas propias, no lujos) , reforma y después vender. «Clik, clak» abuelo Lucio, lo que aprendí de ti.
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