Aceite por encima, la hora justa

               ( primera parte)

 

Cambio de color en cualquier momento. Al menos se que me encuentro fuera de los sitios adecuados, cuando me conviene alejarme. Paseo las frases por mi boca y, a la hora de la verdad huyen. Pueden aparecen en cualquier persona y consigo liarme. Cabrear a cualquier personaje de la escena. Lo que parecía tibio de repente alcanza una temperatura obscena. Un calor que nadie hubiese llamado poesía. Cubos de basura a la misma altura. Tu mente y la mía desetructuradas, cortadas por un patrón que ninguno de los dos pedimos.

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Y aquí los dos contando los días por los que no nos queda más remedio que cruzar los mismos pasos de cebra, por no jugarnos la vida metafórica . Servilleteros vacíos. Hace tiempo que ambos tocamos fondo y, pensaste que una limpieza dejaría a punto tus huellas, un gesto cualquiera o, culpa se borraría por sacudirte las manos y, decir unas palabras piadosas. LLamar al viento las palabras y, perseguir por jerarquía por donde empezó  lo que veo e intuyo.

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Todo blanco impoluto. Tazas huecas con un fondo especial para leedores de posos y penas, también letristas. Lo único que te queda por demostrar que cada vez que aparecías, solo se cometía un crimen, un pecado y, no varios como decían. Abro la boca y surgen moscas.

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