Imágenes de piedad (segunda parte)
Allí encerrados, donde las puertas de salida volverían a dar al interior hasta que a cada a uno se le pasaba la hora. Cada persona en ese lugar tenía una misión que ni ellos mismos conocían y debieran completar. Así que hasta que no daban un pequeño paso para su conclusión no se les permitía la salida.. La única buena noticia consistía en que al ver la calle una de las acciones realizadas era correcta.. Demasiado equipaje para las personas sencillas que nos acumulabamosen sillas y taburetes. Las mesas repletas de enigmas y bebidas azules.
Fue una sensación parecida a la hipotermia, un sabor a antiguo que no a viejo, algo que se queda atrapado en los objetos, llenándolos de vida p0r y para siempre. Aquellos que sabemos de sobra que veníamos de «Nuncajamas», nunca nos movíamos como pez en el agua entre las pequeñas ruinas de los recuerdos. Canciones en las calles y sombreros que hablaban con los libreros cocinillas que preparaban recetas como si fuesen las verdaderas brujas de ese nuetro siglo.
La rigidez con la que los muertos nos miran La envidia malsana donde se sabe surge su criterio y nos equivocamos, donde nos deberían arrancar la piel de los dedos, donde los pianos empezaban a sentir envidia de los ruidos de los bares y por supuesto de las cafeterías , así que empezaban a tronar, a tocar canciones, a tocar sus viejas canciones, Una tras otra, sin encontrar forma de descansar.
Intenta sacar a la gente lágrimas, risas e incluso empieza a danzar, son capaces de eso y mucho más, mientras sus teclas consiguen, desean, ansían siempre una vez más. Loco tirado por el suelo, me intento mentir. A la voz del piano, que lo sabe todo,de lo mio, que lo sabe da igual de quien.
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